Lectura: Colosenses 1:1-12; 4:12

Se cuenta una historia muy interesante sobre una de las muchas campañas realizadas por Billy Graham (1918-2018) en el año de 1949, en la ciudad de Los Ángeles. En esos días era muy común llevar y colocar en los parques una gran carpa del tipo que utilizan los circos; esta, en particular, podía albergar a unas 6000 personas, y durante la visita a Los Ángeles estuvo repleta todas las noches durante 8 semanas seguidas.

Lo que no muchos sabían era que también existía un sitio conocido como “la pequeña carpa” donde se hacían reuniones previas de planificación y sobre todo de oración; había personas que se reunían en ese lugar antes y después de cada servicio en la gran carpa.

El apóstol Pablo, en su carta a los Colosenses, les indica que él y sus compañeros oraban siempre por ellos (Colosenses 1:3,9). Al concluir, también mencionó a Epafras, uno de los fundadores de esa iglesia, le dice: “siempre solícito por ustedes en oración, para que estén firmes como hombres maduros y completamente entregados a toda la voluntad de Dios” (4:12).

Entonces, aunque es cierto que a ciertos creyentes se les ha concedido la tarea de predicar el evangelio desde una posición en “la carpa grande” donde todos los ven, también es cierto que Dios nos ha concedido a todos, tal como lo hizo con Epafras, el gran privilegio de arrodillarnos en “la pequeña carpa” y, en oración, poner a otros delante del trono de Dios.

  1. Es necesario conceptualizar la oración como lo que es, el mejor de los vehículos que Dios nos ha provisto para conectarnos con Él, ¡usémoslo!
  2. Sin importar nuestro lugar en la obra del Señor, debemos compartir con otros el evangelio y orar siempre por quienes lo hacen de una forma más expuesta al escrutinio público, para que Dios los guíe y los mantenga humildes y obedientes a Él.

HG/MD

“Damos gracias a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, orando siempre por ustedes” (Colosenses 1:3).