Mártires de la Fe
La Parábola de los tres arboles jóvenes
Europa Oriental, inicios de siglo XX
Un día en un bosque, tres arboles jóvenes acordaron orar a fin de que los usaran en algún propósito noble en lugar de pudrirse de viejos.
El primer árbol quería convertirse en un pesebre donde el ganado cansado comieran después de un largo día de trabajo. Dios recompensó al árbol por tener tanta modestia. Se convirtió en un pesebre muy especial, aquel en el cual acostaron al Hijo de Dios.
El segundo árbol oró y pidió convertirse en una barca. La oración fue costestada y pronto su fina madera tenía un pasajero muy especial, el Hijo de Dios. Escuchó a Jesús calmar una furiosa tormenta diciendo: “¡Silencio! ¡Calmate!”. El árbol consideraba que su vida valía la pena por haber presenciado tal escena.
Al tercer árbol, sin embargo, lo convirtieron en una gran cruz para servir como un instrumento de sufrimiento. Al principio, el árbol estaba muy desilusionado por su destino. No obstante, un día clavaron en sus ramas a Jesús de Nazaret. Era extraño, pero la cruz no escuchó gemidos, ni maldiciones como otras cruces. En lugar de eso escuchó al Hijo de Dios ofrecer palabras de amor y perdón divino…palabras que abrieron al paraíso a un ladrón arrepentido,
El árbol entonces comprendió que su parte en la crucifixión de Jesús proporcionó la salvación de la humanidad.
En las iglesias clandestinas que en su momento existían en muchos lugares de la Europa Oriental de los tiempos de la guerra fría, a menudo se contaba la parábola de los tres arboles, como símbolo de aliento para los que sufrían por su fe. Esos creyentes necesitaban ver un propósito en sus sufrimientos. Deben haber tenido esperanzas y aspiraciones muy grandes cuando en un inicio dijeron que querían que Dios los utilizara para su gloria. Sin embargo, la opresión parecía que los había desconectado de los planes de Dios. ¿Cómo el sufrimiento injusto jugaría un papel en tales planes? Como el árbol que formó la cruz se dieron cuenta que también los estaban moldeando al propósito fundamental de Dios para sus vidas. Desde esta perspectiva, el sufrimiento no se ve como una interrupción de los planes de Dios para su vida, sino como una parte integral del proceso.
Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;
y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.
Romanos 5:3-5
Tomado de: Devoción Extrema, la Voz de los Martires, pág.53