Lectura: Salmos 104:24-30
A muchas personas, y entre ellas me cuento, les maravilla ver el mar, quizás sea por su inmensidad, su particular color de día robado al cielo azul, el verde esmeralda o multicolor como en algunas islas de nuestro amado Caribe; también, dentro de sus características está su poder o serenidad dependiendo del clima de cada día.
Los mares son increíbles porque nos permiten comer de sus frutos como son: peces, crustáceos y moluscos, entre una cantidad y variedad gigantesca. Además de ello, la profundidad de sus aguas nos permite la navegación, para acercar distancias y transportar las diferentes mercancías que posibilitan el comercio entre países. Sabemos que en sus profundidades aún existen riquezas por descubrir.
En parte de los versos del Salmo 104, el salmista nos cuenta que el mar es una de las maravillas que el Señor ha creado, y lo describe de la siguiente manera: “Este es el mar grande y ancho, en el cual hay peces sin número, animales grandes y pequeños” (v.25). Luego de esto el salmista nos habla en forma poética, de cómo el mar es el campo de juego de uno de los grandes animales marinos que lo habitan, la Biblia lo llama “Leviatán” (v.26).
Este extraordinario mar, hace posible buena parte de nuestra vida; sin embargo, también es peligroso, por un lado nos recuerda la provisión de Dios y por otro que vivimos en un mundo caído que gime por su redención “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una sufre dolores de parto hasta ahora” (Romanos 8:22). El recordatorio que necesitamos del Señor para que sea nuestro capitán, tanto en las aguas calmas y sobre todo cuando las tormentas acechan nuestra vida, es siempre una constante.
- Debemos estar agradecidos con Dios por sus obras magnificas que nos recuerdan la provisión de Dios. Sólo así podremos cantar: “Cual la mar hermosa es la paz de Dios”
- Toda la creación canta alabanzas a Dios.
HG/MD
“¡Cuán numerosas son tus obras, oh Señor! A todas las hiciste con sabiduría; la tierra está llena de tus criaturas” (Salmos 104:24).
