Lectura: Ezequiel 12:21-28
Cuando éramos niños, rápidamente aprendimos que, si nos portábamos bien, los adultos premiaban nuestra conducta, pero igualmente cuando hacíamos algo incorrecto recibíamos una reprimenda o castigo, estas cosas sucedían inmediatamente después de nuestro comportamiento; más tarde nos dimos cuenta que a esto se le llama: la ley de la causa y el efecto.
No obstante, cuando nos convertimos en adultos, la vida se fue complicando y nos percatamos que las consecuencias de nuestros actos no siempre son inmediatas. Nos empezamos a engañar a nosotros mismos, cuando nos metíamos en problemas y pensábamos que seguramente no era tan grave, y lo peor de todo es que empezamos a creer que a Dios no le importaba tanto lo que hacíamos, pues muchas veces creíamos que nos podíamos librar de los efectos de nuestros malos actos.
Y no fuimos los únicos en creer esta mentira, a los hijos de Israel también les paso algo similar. En nuestra lectura devocional, leímos que ellos creyeron que no sufrirían las consecuencias, pues no recibieron de inmediato su merecido por haber desobedecido a Dios y lo expusieron de esta forma: “el Señor ha abandonado la tierra; el Señor no ve” (Ezequiel 9:9). Creían que Dios se había alejado y no le interesaba su mal comportamiento, pero estaban muy equivocados, por el contrario, estaba enojado por su comportamiento y les recordó: “No habrá más dilación para ninguna de mis palabras. La palabra que hable se cumplirá” (Ezequiel 12:28).
En ocasiones Dios pospone la disciplina, pero esto no quiere decir que sea indiferente ante nuestro mal accionar, sino el resultado de su propia naturaleza misericordiosa y lenta para la ira. Algunos han dicho que esto puede verse como una actitud permisiva ante el pecado; sin embargo, no hay nada más alejado de la realidad, la intención del Señor es que comprendamos que tarde o temprano nos alcanzarán los resultados del pecado, y que debemos arrepentirnos por nuestro mal proceder (Romanos 2:4).
- La única manera de arreglar las cosas es admitir que has estado equivocado.
- No esperes que los resultados de tus errores te alcancen, pide perdón, reconoce tu mal accionar, muestra con tu vida que has aprendido la lección y sobre todo pide a Dios que no te permita volver a caer en el pecado que has cometido.
HG/MD
“Desgarren su corazón y no sus vestidos. Vuelvan al Señor, su Dios, porque él es clemente y compasivo, lento para la ira, grande en misericordia y desiste del castigo.” (Joel 2:13).
Es mucho más profunda la comprensión de la ley de causa y efecto.
Primero Dios no castiga, el amor es incondicional y todo lo perdona. Jesús demostró esta verdad, al igual que los grandes maestros espirituales de todos los tiempos y de todas las religiones.
Manifestar que Dios castiga, es a mi humilde entender un desacierto que nos aleja más de él.
San Agustín expresó que Dios nos dio el libre albedrío y en razón de nuestras elecciones, nos acercamos o nos alejamos de él.
Son nuestras propias acciones que nos llevan a sufrir las consecuencias, si estas son equivocadas; o a encontrar la bienaventuranza, cuando son acertadas.
Es la ley de causa y efecto, que se aplica en nuestras propias acciones y que en la biblia se simplifica con las siguientes palabras: «Todo lo que el hombre siembre, eso también segará».
Paramahansa Yogananda expresó:
Si este vida fuera el comienzo y el fin, ¿como podemos equiparar las injusticias de la vida, con la justicia divina? ¿Porque un niño nace en una casa rica y otro en un hogar pobre, para luego morir de inanición? ¿Porque una persona esta sana y otra enferma todo el tiempo? ¿Porque hay niños que nacen ciegos o muertos? Si tu fueras Dios ¿harías estas cosas tan injustas? ¿De qué sirve vivir y morir según las escrituras, si la vida está condicionada por un Dios caprichoso, que crea mentes y cuerpos imperfectos? De acuerdo a la ley de causa y efecto, toda acción, tiene una reacción proporcional; si no hay nada en esta vida, que explique las circunstancias presentes, la explicación inescapable a la que se llega, es que la causa fue puesta en marcha en un momento anterior, es decir en una existencia pasada.
De acuerdo a este razonamiento, somos hacedores de nuestro propio sufrimiento, y no un Dios castigador; el nos ama y espera con paciencia que retornemos a él.
Pero claro, ineludiblemente surge el tema de la reencarnación, en el pensamiento anterior.
Hay muchos eventos que la ciencia no ha podido explicar al respecto, como por ejemplo, de gente que recuerda haber vivido en otro lugar y lo describe tal cual, que han encontrado tesoros perdidos en el tiempo, porque sabían que estaban ahí, o que hablan lenguas perdidas en el tiempo, de psicólogos que han hecho regresiones y a raíz de las mismas sus pacientes encontraron el origen emocional de su mal presente y se han curado.
Pero la Biblia también se refiere a la reencarnación, cuando dice: «El que venciere, yo le haré columna en el templo de mi Dios y jamás volverá a salir de allí»
Que significativas palabras al final, que afirma la reencarnación «..jamás volverá a salir de allí»
Por la ley de causa y efecto, retornamos una y otra vez, porque no hemos aprendido lo que debemos aprender.
El principio de la oración dice «El que venciere» y qué tenemos que vencer? Tenemos que vencer la creencia y el apego a este mundo material, a los sentidos que nos mantiene atado a esta conciencia material, alejándonos de la conciencia que tenemos como hijos de Dios, misma conciencia que Jesús manifestó, la conciencia cristica universal.
Jesús afirmó «No está escrito en vuestra ley, y yo dije Dioses sois»
El camino común a la redención, es para todos igual «ama a tu dios y a tu prójimo como a ti mismo y en base a estos principios, seguir el consejo de Jesús de entrar en contacto con el Padre, cuando dijo:
«Cuando ores, entra a tu aposento, cierra la puerta y ora en secreto que tu padre que mora en lo secreto, te escuchará»
Jesus hablaba en metáforas: «aposento», es nuestro cuerpo, significa ingresar a nuestro ser interior.
«cierra los puerta», significa cerrar los ojos y cerrarnos a los 5 sentidos que nos
mantienen en contacto con el mundo exterior.
«en secreto», significa silencio, un secreto debe ser guardado en silencio,
porque si se pronuncia, ya no es secreto, es decir que debemos silenciar los
pensamientos, los cuales nos mantienen atados a las actividades mundanas y
ese estado, Dios nos hablará.
Jesús se refería a la tan y muchas veces cuestionada meditación.
Padre Pío dijo al respecto «Dios se lo busca en los libros y se lo encuentra en la meditación»
Bendiciones.