Lectura: Mateo 23:23-31

Hace algún tiempo, mientras me encontraba sentado en el parque esperando a un amigo para ir a almorzar, escuché la conversación de dos damas que se sentaron a mi lado y dentro de lo que hablaron me llamó la atención lo siguiente:

“Hola Susan, ¡qué saludable luce tu cabello! Creo que estás usando el producto carísimo que te recomendaron en el salón de belleza”.  La otra mujer le contestó: “No, en realidad uso productos del supermercado, que tienen un aroma agradable”. Y luego añadió: “Pero creo que la diferencia que notas es porque estoy tratando de comer más saludable, eso hace una gran diferencia”.

Al reflexionar sobre esta conversación, no puedo dejar de pensar en todo lo que hacemos para lucir bien física y espiritualmente, es más, recuerdo “algunas cosas” que comúnmente hacemos para tener una “buena apariencia espiritual”.

Jesús trató este tema con los líderes religiosos de Jerusalén (Mateo 23). Ellos seguían una serie de normas religiosas complicadas, las cuales sobrepasaban completamente las que Dios les había dado. Se esforzaban por guardar las apariencias frente a sus compatriotas, para probar que eran mejores que los demás. Pero, sus esfuerzos no impresionaban a Dios. Jesús les dijo: “… Limpian el vaso y el plato por fuera, pero por dentro están llenos de robo y falta de dominio propio” (Mateo 23:25). En realidad, lo que hacían los fariseos para lucir bien delante de los demás revelaba su desastrosa condición interior.

Por supuesto, cada sociedad valora distintas conductas y tradiciones religiosas, pero los verdaderos valores del Señor que encontramos en las Escrituras trascienden las culturas. Lo que Él valora no se mide por lo que ven los demás. A Dios le importa que tengamos un corazón limpio y motivaciones puras.

  1. La salud espiritual se expresa de adentro hacia fuera, la diferencia se nota.
  2. ¿De qué te estás alimentando? ¿Estás leyendo y estudiando la Biblia diariamente?  ¿Hablas con Dios cada día? ¿Compartes con otros lo que aprendes?

HG/MD

“¡Fariseo ciego! Limpia primero por dentro el vaso y el plato, así quedará limpio también por fuera.” (Mateo 23:26).