Lectura: Salmos 95:1-11

Millones de creyentes se reúnen cada domingo para adorar a Dios como su Creador y Redentor. Ya sea de forma formal o un poco más liberalmente y espontáneamente, los servicios religiosos buscan declarar la dignidad de Dios y darle alabanza. Pero siglos de historia de la iglesia revelan lo rápido que una verdadera adoración puede degenerar en un ritualismo vacío. Esto ocurre cada vez que el pueblo de Dios endurece su corazón y deja de obedecer Su Palabra.

El salmista sabía que esto era verdad a partir de la experiencia de Israel. Bajo el liderazgo de Moisés habían sido milagrosamente liberados de la esclavitud en Egipto y habían elogiado con fervor al Señor (Ex. 12-15). Pero casi de inmediato comenzaron a dudar de la bondad y de la confiabilidad de Dios. Se quejaron amargamente y condenaban al Señor y su siervo Moisés.  Hicieron caso omiso de sus instrucciones, y su culto se convirtió en algo vacío. Esto enfureció a Dios y dio lugar a su deambular durante 40 años en un desierto que podrían haber cruzado en un corto tiempo, coleccionando huellas en el desierto. Y a consecuencia de esto a muy pocos de ellos se les permitió entrar en la Tierra Prometida

Las experiencias con el Señor, nos deben llenar de admiración y gratitud por Su maravillosa salvación. Ayúdanos Jesús a darte la alabanza que mereces, esto nos permitirá serte fieles en nuestro amor y obediencia hacia Ti.

1.  ¡Alabemos al Salvador! Rindámonos a Él con gusto, por todo lo que somos y tenemos.
2. Nuestra adoración es correcta, solamente cuando estamos bien con Dios.

NPD/HVL