Lectura: Efesios 6:17-24

El misionero escocés Frederick Arnot habló bien del Hijo de Dios en África Central. De hecho, él habló tan bien de Él que miles de personas en esa zona se convirtieron al cristianismo. Pero Arnot había hecho su práctica de hablar bien del Hijo de Dios mucho antes de salir a servirle a su Señor en campos no evangelizados.

Cuando todavía era joven, Arnot y un amigo intentaron llevar a cabo una reunión en la calle en el barrio de Glasgow cerca de una taberna. Mientras cantaban himnos, la multitud se aproximada y los toleraba, pero cuando comenzaron a predicar, a su público borracho ahogó su voz con gritos y aullidos profanos.

Conmovido hasta las lágrimas, Arnot y su compañero estaban preparados para salir. Pero un hombre alto, un creyente de edad avanzada, que había estado escuchándolos les instó: «Sigan así, muchachos. A Dios le encanta escuchar hombres hablen bien de su Hijo” Animados por esas palabras, él y su amigo tenazmente continuaron su testimonio y obtuvieron resultados inesperados, al ganar un público más atento. A lo largo de sus años de ministerio, la más alta meta de Arnot fue el hablar bien del Hijo de Dios.

1. ¿Es nuestro motivo también? Cuando la oportunidad se presenta, hablamos con valentía, diciendo quién es Jesús y lo que Él ha hecho por nosotros?

2. ¿Qué opinas, hoy también se necesitan personas que hablen bien del Hijo de Dios?

NPD/VCG