Lectura: Mateo 7:1-5

En un pequeño pueblo rural, un panadero le compraba la mantequilla a un lechero quien tenía una granja en las afueras del pueblo.  No obstante, luego de un tiempo empezó a dudar de la cantidad de mantequilla que le estaba vendiendo el lechero, así que pesó los paquetes por varios días consecutivos, y comprobó que le estaba reduciendo poco a poco la cantidad del producto, pero continuaba cobrándole el mismo monto, ante lo cual el panadero tomó medidas, acusando al hombre por fraude ante las autoridades.

Una vez que el problema llegó a los juzgados, el juez le preguntó al granjero: “¿Tiene usted equipos para pesar su producto?”, quien de forma muy honesta admitió: “No señor juez”; entonces el juez replicó: “¿Cómo se las arregla para poder calcular la cantidad de producto que está vendiéndole al panadero?”.  Muy tranquilo el hombre contestó: “Cuando el señor panadero comenzó a comprarme la mantequilla, pensé que también era una buena idea comprarle el pan a él.  He estado usando su hogaza de medio kilo para pesar la mantequilla que vendo.  Si el peso de la mantequilla no es correcto, él es el único culpable de esta situación”.

Un pecado muy difícil de admitir, es el de juzgar de forma apresurada e injusta a otros.  En nuestra lectura devocional leímos sobre la forma en la que los fariseos en los días de Jesús, eran expertos en eso.  Trataban de parecer superiores a los demás, hablando mal de las personas.  Lo que no se esperaban era la respuesta que les daría el Señor: “Porque con el juicio con que juzguen serán juzgados, y con la medida con que midan se les medirá” (Mateo 7:2).

  1. ¿Cuál es la medida que usas para juzgar a los demás?
  2. Las fallas que ves en otros, pueden ser un reflejo de tus propias fallas.

HG/MD

“Porque con el juicio con que juzguen serán juzgados, y con la medida con que midan se les medirá” (Mateo 7:2).