Lectura: 2 Timoteo 1:1-12

“Lo creeré cuando esté en él y tenga los papeles a mi nombre”.  Esta fue la respuesta de un hombre a quien llamaron porque había “ganado” un premio de un automóvil nuevo, sin que tuviera que hacer nada.  Este hombre mostró que no estaba dispuesto a poner su fe en las promesas vacías de una persona al teléfono.

Hay cosas en las cuales nunca deberíamos poner nuestra fe, por ejemplo, en el dinero fácil, máquinas que nos ayudarán a perder peso sin esfuerzo, o promociones de “disfrute todo ahora y pague después”; si alguien nos hace ese tipo de promesas no hay que hacer caso.

Pero, hay hechos en los cuales sí podemos confiar: en que cada día saldrá el sol, que habrá suficiente oxigeno la próxima vez que inhalemos, en que las estaciones del tiempo continuarán a pesar de que no queramos que termine el verano; sabemos que este ciclo se repetirá hasta que lo quiera el Señor.

A pesar de que la vida siempre nos sorprenda con sus cambios, sabemos que podemos tener estabilidad en la paz que proviene de Dios por medio de la oración, podemos dejarlo todo en manos de Dios sabiendo que Él no nos olvidará, ni nos ignorará, y que hará lo mejor por nosotros (Romanos 8:28).

Tener fe en Dios no significa que Él nos complacerá en lo que queramos, ni que todo el tiempo podamos hacer lo que deseamos.  Lo que verdaderamente hace la fe es que no tengamos que mortificarnos pensando en que algo pasará o no, ya que sabemos que el plan de Dios es perfecto.

  1. Es normal dudar de vez en cuando al ver que la tormenta nos azota con toda su furia, pero cuando esto sucede la fe dice: yo sé en Quien he confiado.
  2. Caminamos por fe y actuamos por amor a Jesús. 

HG/MD

“Por esta razón padezco estas cosas, pero no me avergüenzo porque yo sé a quién he creído, y estoy convencido de que él es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.” (2 Timoteo 1:12).