Lectura: 2 Reyes 2:1-6

Cuando escuchas la palabra mentor, espero que se te venga a la memoria el nombre de una o varias personas muy significativas en tu vida.

Y es que el diccionario define esta palabra como consejero o guía.  Fueron esas personas quienes se tomaron su tiempo para invertir en ti y te guiaron en alguna etapa de tu vida.  Con su ejemplo, y muchas veces gracias a su amor, el resultado ha sido que eres alguien de bien, y más aún, en el caso de los creyentes, siervos efectivos de nuestro Señor.

Un ejemplo de mentor fue el profeta Elías, quien jugó un papel fundamental en el desarrollo de Eliseo, el primero lo encontró trabajando hábilmente en el campo y lo invitó a que fuera su pupilo (1 Reyes 19:16,19); de esta forma lo preparó para una vida de servicio.

Cuando Elías estaba muriendo, Eliseo tuvo la oportunidad de abandonarlo, pero no lo hizo, más bien le dijo repetidamente estas palabras: “¡Vive el Señor, y vive tu alma, que no te dejaré!” (2 Reyes 2:2,4,6).  Su fidelidad hizo que también Dios lo utilizara de forma extraordinaria.

El ejemplo perfecto de mentor lo tenemos en nuestro Señor Jesús, quien fue el mentor de sus discípulos, y también los preparó para ser hacedores de discípulos (Mateo 28:19).

  1. En un momento de la vida todos necesitamos a un mentor(a) de lo que significa verdaderamente seguir a Jesús, y llegado el momento también nosotros tendremos el privilegio de ser mentores de otras personas.
  2. Señor, danos el valor, paciencia y ánimo para cumplir con la tarea de ser hacedores de discípulos.

HG/MD

“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mateo 16:24).