Lectura: Josué 1:1-9

En nuestra historia y literatura están presentes los gigantes, algunas veces para mal como el gigante bíblico, el filisteo Goliat a quien derrotó David, los de ficción como el del cuento Jack y Las Habichuelas Mágicas, y otros para bien, como el gigante del conmovedor cuento El Gigante Egoísta de Oscar Wilde.

También, en ocasiones usamos la palabra “gigante” para referirnos a personas comunes que han hecho cosas extraordinarias.  Un ejemplo de esto fue el físico del siglo 17, Isaac Newton, quien era un creyente y reconoció que sus logros provenían de otros “gigantes” que le habían precedido.  Newton decía: “Si he visto un poquito más allá, es porque estuve subido sobre los hombros de gigantes”.  El mismo Newton fue un ejemplo en el cual se basaron otros científicos de épocas posteriores, para que, con algunos de sus descubrimientos, el ser humano pudiera realizar los primeros viajes espaciales.

En nuestra lectura devocional Dios le ordenó a Josué que dirigiera a los israelitas hacia la tierra prometida; ciertamente este líder tuvo los hombros de un gigante sobre los cuales subirse. Él había observado el liderazgo de Moisés durante más de 40 años, y ahora podía poner en acción lo que había aprendido.

Por supuesto, Josué tuvo otra ventaja: su caminar con Dios fue el sustento para cumplir con la misión de su vida.  Por lo tanto, mientras guiaba a Israel, contó tanto con las lecciones que había aprendido de Moisés, así como con la promesa de la presencia de Dios, que sin duda fue lo más importante, ya que junto a Moisés aprendió la siguiente lección: “Por la fe abandonó Egipto sin temer la ira del rey porque se mantuvo como quien ve al Invisible” (Hebreos 11:27).

  1. En la aventura que llamamos vida nos encontraremos con gigantes de ambos tipos: los buenos que nos ayudarán a seguir adelante con su ejemplo (1 Corintios 11:1), y los malos que deberemos enfrentar al igual que David, con la ayuda del Señor.
  2. Tenemos de nuestro lado al Todopoderoso, a nuestro Creador, quien nunca nos desampara; y aunque nos sintamos rodeados de gigantes malvados y creamos que no tenemos salida, confiemos en Dios y pongamos nuestra fe en el Invisible.

HG/MD

“Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida. Como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré ni te desampararé” (Josué 1:5).