Lectura: Mateo 6:25-34
Por diversas circunstancias, en ocasiones podemos pensar que somos insignificantes, tan sólo uno en medio de los miles de millones de personas que habitan este mundo. Cuando te sientas tentado a pensar de este modo, considera de nuevo lo que dijo David en el Salmo 139:13-14: “Porque tú formaste mis entrañas; me entretejiste en el vientre de mi madre. Te doy gracias, porque has hecho maravillas. Maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien” Esta fue una verdad en ese momento y lo sigue siendo hoy, una verdad comprobada por la genética; nunca ha existido una persona igual que otra, ni aun si se trata de hermanos gemelos.
Más importante que tu singularidad genética, es que el Dios que creó todo este universo en el cual vivimos, te valora: “Miren las aves del cielo, que no siembran ni siegan ni recogen en graneros; y su Padre celestial las alimenta. ¿No son ustedes de mucho más valor que ellas?”…“Si Dios viste así la hierba del campo, que hoy está y mañana es echada en el horno, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe?” (Mateo 6:26,30). Nuestro Señor no ha escatimado esfuerzos en demostrarnos cuanto nos ama, tan así que llegó al punto de sacrificarse por nosotros (Gal.2:20).
Humanamente es maravilloso ver el amor de una madre para con sus hijos, el ejemplo de Susana Wesley es extraordinario. Luego de algún tiempo de su muerte, se hicieron públicas las cartas dirigidas por esta mujer a sus 19 hijos, entre ellos Carlos y Juan Wesley; donde mostraba una preocupación y cuidado por los problemas singulares de cada uno de ellos, como si se tratara de hijos únicos.
Si la historia de esta mujer te asombra, la historia de lo que Dios ha hecho por ti debería convencerte, de que nunca has estado solo ni lo estarás. Dios te ama, más de lo que puedas imaginarte, no importa lo que te pase, recuerda siempre lo que Jesús hizo por ti en la cruz, ese es el tamaño de su amor por ti.
- Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda más tenga vida eterna. (Juan 3:16).
- Dios te ama a pesar de lo que eres o hayas sido.
HG/MD
“Con Cristo he sido juntamente crucificado; y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios quien me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Galatas 2:20).