Lectura: Salmos 92:1-15

Una vez mientras estaba sentado en un parque viendo una exhibición de algunos deportes extremos, pude oír una conversación de dos niños quienes veían admirados a un joven haciendo acrobacias increíbles en su bicicleta.

Uno le dijo al otro: “Ojalá yo pudiera hacer eso en mi bicicleta, pero no creo poder hacerlo”.  Y el otro lo miró y le respondió: “Algunos pueden y otros no. Así son las cosas”.

En ocasiones vemos a otras personas más habilidosas haciendo cosas extraordinarias que nosotros no podemos hacer.  Ellos sí… nosotros no. Así son las cosas. Es fácil sentirse inútil cuando uno no puede hacer lo que antes podía o lo que nunca ha podido, aunque quiera.

Es cierto que quizás no podamos realizar algunas actividades o tareas como solíamos hacerlas, pero lo que sí podemos hacer siempre es amar y orar.  Estas son acciones que con el tiempo y la experiencia hemos aprendido a hacer bien.

El amor es el regalo más maravilloso que tenemos para dar a Dios y a los demás. No es un asunto intrascendente, ya que es el medio a través del cual cumplimos por completo nuestro deber para con Él y nuestro prójimo. Que amemos a una persona puede parecer una acción insignificante, pero el amor es el don más grandioso de todos (1 Corintios 13:13).

Adicional a esto podemos orar. Pablo invitó a los colosenses a hacerlo de la siguiente forma: “perseveren siempre en la oración, vigilando en ella con acción de gracias” (Colosenses 4:2). ¡Nuestras oraciones son una de las fuerzas más poderosas en el universo!

  1. Amar y orar son obras poderosas, y de hecho, más extraordinarias que podemos realizar sin importar nuestra edad o condición, así que ¿por qué no las practicas a diario?
  2. Cuando nos disponemos a amar y a orar al Señor, podemos llegar a ser sus instrumentos para tocar las vidas de quienes también necesitan experimentar el amor ilimitado e infinito de Dios.

HG/MD

“Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Corintios 13:13).