Lectura: Juan 10:7-15

En muchas ocasiones me gusta tener un momento y tan sólo recordar o escuchar algún canto ligado a las Escrituras, por ejemplo, hay un canto basado en el Salmo 23 que dice más o menos lo siguiente:

“El Señor, mi Pastor, me cuida bien, / Y suple todas mis necesidades: / En pastos verdes me hace yacer, / Junto a aguas tranquilas me guía. / Mi alma preocupada se fortalece y madura / Cuando voy por el camino verdadero de Dios”.

Sin importar cuántas veces oigas o leas el conocido Salmo 23, parece que cada vez llega con un mensaje renovado del cuidado de Dios hacia sus hijos.

El canto continúa de la siguiente manera: “Aunque camine por los senderos más oscuros / A través de valles como el sepulcro, / Nunca temeré ningún mal; / Tu presencia me da valor. / A mi favor, tu vara y tu cayado / Me aseguran que me salvarás”.

Al estudiar un poco el contexto cultural e histórico de este salmo, te das cuenta que esta era una ilustración muy familiar para las personas de la época, sobre la protección que daba el pastor a su rebaño, y es por eso que el Señor Jesús lo retoma en su ministerio: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor pone su vida por las ovejas” (Juan 10:11).

Y a diferencia de alguien contratado que huye ante la primera aparición de peligro, el auténtico pastor se queda con el rebaño para protegerlo. “Pero el asalariado, que no es el pastor y a quien no le pertenecen las ovejas, ve que viene el lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo arrebata y esparce las ovejas. Huye porque es asalariado y a él no le importan las ovejas” (vv. 12-14).

Sin importar lo que estés enfrentando en este momento, Jesús sabe tu nombre, conoce el peligro y no se apartará de tu lado. Puedes decir confiado: “El Señor es mi pastor; nada me faltará”.

  1. No lo dudes, acude a Jesús.
  2. Él sabe quién eres en verdad y tiene la verdadera solución para tu vida.

HG/MD

“Yo soy el buen pastor; el buen pastor pone su vida por las ovejas” (Juan 10:11).