Lectura: Salmo 55:1-23

Hace algunos años mi computador funcionaba más lento. A menudo se debía a un problema que tenían las unidades de almacenamiento, las cuales, debido al uso frecuente de ciertos programas y documentos, hacían que segmentos de información se dispersaran, lo cual provocaba que la máquina tuviera que buscarlos antes de poder usarlos.  Para arreglar el problema, tenía que utilizar un programa que recuperaba esos segmentos y los reagrupaba en un sitio desde donde se podía acceder a ellos con facilidad. Este proceso se llamaba “desfragmentación”.  Afortunadamente, los sistemas operativos actuales ya han solucionado este problema.

Al pensar en ello, puedo llegar a la conclusión de que el problema de la fragmentación en ocasiones también se presenta en mi vida.  Cuando acontece una situación estresante que golpea mis emociones, estas no vienen solas, comúnmente aparecen exigencias de todas partes, y a pesar de que quiero concentrarme, son tantas las cosas urgentes que finalmente mi cuerpo no para, y lo peor es que mi cuerpo no arranca para dar una solución, al final me siento frustrado e inservible.

Este tipo de situaciones no solo afectan tu vida personal, sino también tu trabajo, estudio y familia, haciendo que te sientas fragmentado.

El rey David también pasó por situaciones similares (Salmos 55:2).  Sin embargo, él tenía un recurso inigualable que a menudo pasamos por alto: la oración; él presentaba todas sus necesidades a Dios por la mañana, por la tarde y por la noche, confiando en que sería escuchado (v.17).

La oración puede ayudarte a volver a unir tu vida.  Cuando depositas tus preocupaciones ante Dios, Él te muestra el camino a seguir, y al hacer esto debes ser obediente a sus instrucciones.

  1. Si necesitas ayuda con tu vida fragmentada, pídele a Dios que vuelva a unir los pedazos y los reconstruya, Él es experto en ello (2 Corintios 5:17).
  2. No olvides hablar con Dios, en la mañana, en la tarde y en la noche (1 Tesalonicenses 5:17).

HG/MD

“Al anochecer, al amanecer y al mediodía oraré y clamaré; y él oirá mi voz” (Salmos 55:17).