Lectura: 1 Reyes 9:1-9
Una de las maravillas que podemos apreciar en la naturaleza es el cambio de estación de invierno a primavera, en ese momento las ramas sin hojas de muchos árboles cobran vida por medio de frágiles brotes que salen de las ramas quebradizas.
En pocas semanas lo que estaba desolado, se transforma en árboles totalmente vestidos con hojas nuevas y flores vibrantes que perfuman el ambiente, y con ellos, el trino de los pájaros que vuelven de nuevo de su destierro invernal; esto forma parte del gran mundo que creo nuestro Señor.
Al leer en la lectura devocional en el capítulo 9 de 1 Reyes, encontramos que la nación de Israel había florecido, Salomón se había convertido en su rey y había edificado un hermoso lugar donde moraría la presencia de Dios. Luego de un tiempo de guerras y traiciones, llegaba la paz; que hermoso hubiera sido si todo hubiera continuado de esa forma.
Sin embargo, por desgracia la historia no termina ahí, si seguimos leyendo en el capitulo 11 de 1 Reyes, nos encontramos con esta situación: “Pero el rey Salomón amó, además de la hija del faraón, a muchas otras mujeres extranjeras…” (v.1), y lo peor de todo: “…sus mujeres hicieron que su corazón se desviara tras otros dioses” (v.4).
Al pensar en la vida de Salomón, podemos extraer el siguiente principio: es ideal iniciar bien un trabajo, pero es aún mejor terminar bien y con dignidad, esa sería una increíble forma de terminar una vida de servicio al Señor. Salomón inició bien su vida pidiendo sabiduría y dirección divina (1 Reyes 3:5-15), pero terminó muy mal al dejarse llevar por el invierno de la tentación.
- Señor te pedimos que nuestra vida sea tan unida a ti que disfrutemos de cada una de las etapas de la vida, y que cuando llegue nuestro fin podamos decir como el apóstol Pablo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera; he guardado la fe” (2 Timoteo 4:7).
- Has que nuestra vida esté llena de frágiles brotes que luego se fortalezcan, lleven muchos frutos para tu gloria y sean de bendición para quienes nos rodean.
HG/MD
“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera; he guardado la fe” (2 Timoteo 4:7).