Lectura: 1 Pedro 4:7-11

La historia de Corrie Ten Boom (1892–1983), ha sido contada muchas veces, pero es tan impactante que valdrá la pena contarla por muchos años más.

Ella fue sobreviviente de un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial y luego se convirtió en una creyente en Cristo, a quien Dios le permitió durante muchos años compartir sobre el amor y perdón de Dios en numerosos lugares alrededor del mundo. Miles de personas asistieron a sus conferencias para oírla hablar sobre cómo había aprendido a perdonar a sus captores, del mismo modo que Cristo le había perdonado a ella sus pecados.

Luego de cada encuentro era muy normal que las personas la rodearan y la colmaban de elogios por sus cualidades piadosas, y le daban gracias por estimularlas en su andar con el Señor. Corrie decía que, después, cuando regresaba a su habitación en el hotel, se arrodillaba y le entregaba esos elogios a Dios como agradecimiento. Lo denominaba darle a Dios “un ramillete de alabanza”.

Dios nos ha dado dones a cada uno de los creyentes, para que los pongamos al servicio de los demás (1 Pedro 4:10), no para que nos sintamos muy grandes y orgullosos de lo importantes que somos para la obra de Dios, sino para que: “Cada uno ponga al servicio de los demás el don que ha recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (v.11).  No te equivoques, no tenemos nada que ofrecer a los demás que primero no hayamos recibido del Señor (1 Corintios 4:7), por lo que TODA la gloria siempre le pertenecerá a Él.

  1. Seamos humildes y dadivosos, sigamos el ejemplo de Corrie, quien de seguro seguía el ejemplo de Jesús (Hechos 20:35).
  2. Cada vez que nos hagan un halago por un trabajo bien hecho, démosle la gloria a Dios, realmente Él es quien la merece.

HG/MD

“En todo les he demostrado que trabajando así es necesario apoyar a los débiles, y tener presente las palabras del Señor Jesús, que dijo: ‘Más bienaventurado es dar que recibir’” (Hechos 20:35).