Lectura: Lucas 19:1-10

Este mundo está lleno de historias de personas que tratan de sanar heridas, las cuales vale la pena contar; por ejemplo, la historia de Lee Thorn (1943-2020), veterano de la Guerra de Vietnam.  Thorn era uno de los tripulantes de aviones de guerra de los EE.UU. que volaba en misiones para destruir sitios estratégicos militares de Laos.  

Al finalizar la guerra, quiso regresar a Laos junto con otros veteranos, pero ahora con una nueva misión, la de ayudar a crecer económicamente poblados pobres y hacer posible que los habitantes de las villas marginadas pudieran superar su condición.  Entre sus proyectos, facilitó equipos de cómputo que usaban baterías que se cargan pedaleando, un minuto de pedalear = cinco minutos de energía en línea.  También, desarrolló programas de ayuda para los productores de café, realizó campañas médicas y llevó equipos para detección de bombas antipersonales.  Lee y sus amigos convirtieron los resentimientos en amabilidad, ayuda, amistad y sanaron viejas heridas.

En los días de Jesús, la gente de Jericó también tenía muchos resentimientos contra Zaqueo, jefe de los publicanos. Zaqueo era un tipo bajito que quería ser muy importante. Era rico, engañaba a la gente, y sus vecinos probablemente pensaron que nunca iba a cambiar. Quizás para decir algo a su favor, “procuraba ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud porque era pequeño de estatura” (Lucas 19:3). Entonces corrió para adelantarse y se subió a un árbol.

Los árboles sicómoros tienen ramas bajitas, por lo que son de fácil acceso para alguien de baja estatura. Las hojas y la corteza de este árbol se usaban como remedios para varias enfermedades, y Zaqueo estaba a punto de recibir la dosis más grande de sanidad que se podía imaginar. Todo lo que se necesitó fue un encuentro con Jesús y Zaqueo fue un hombre nuevo: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres y, si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (v.8).

El día que conoció a Jesús, Zaqueo convirtió los resentimientos que había entre él y sus vecinos en amabilidad, ayuda y amistad.  Tuvo un nuevo comienzo y quiso enmendar en parte el dolor que había causado.

  1. Si Jesús es tu Señor, has tenido un encuentro tan real con Él como lo tuvo Zaqueo hace algún tiempo, y eres una nueva persona.  Es tiempo de perdonar y pedir perdón.
  2. Hoy es el momento para que el mundo vea la diferencia que Jesús ha marcado en ti.

HG/MD

“Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.” (Lucas 19:9-10).