Lectura: 2 Corintios 11:1-4
Durante un estudio, la persona encargada de realizar la investigación les solicitó a varios dueños de perros que mostraran afecto hacia un perro de juguete, peluche o felpa; esto tenían que hacerlo delante de sus mascotas.
La investigación encontró que tres de cada cuatro animales, reaccionaban incómodos ante las muestras de afecto de sus amos hacia otro objeto, en este caso hacia un perro de juguete, lo que reflejaba una “supuesta envidia”. Esto lo evidenciaron por medio de su comportamiento, ya que trataban de llamar la atención de sus amos con pequeños toques, otros se interponían entre el juguete y su amo, y algunos de una forma más violenta destrozaban a sus “rivales” de juguete.
Los resultados de esta investigación pueden parecernos un poco risibles, pero, cuando las personas sienten envidia, en muchas ocasiones pueden protagonizar historias con resultados terribles.
No obstante, también existe otro tipo de “celo” que refleja de forma maravillosa el corazón de Dios.
Cuando el apóstol Pablo les escribió a los corintios, les dijo: “les celo con celo de Dios” (2 Corintios 11:2); definitivamente él no quería desviaciones con respecto a su comportamiento, él cita: “Pero me temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, de alguna manera los pensamientos de ustedes se hayan extraviado de la sencillez y la pureza que deben a Cristo” (2 Corintios 11:3).
Esta clase de celo correcto refleja el corazón del Señor, quien le dijo a Moisés al darle los Diez Mandamientos: “Yo soy el Señor tu Dios, un Dios celoso…” (Éxodo 20:5). El celo de Dios no es como nuestro amor egoísta, sino que protege a los que son suyos por creación y redención.
- El Señor nos hizo para que lo conozcamos y disfrutemos de Él para siempre. ¿Qué más podemos pedir para ser felices?
- Señor, recuérdanos que debes ser siempre la prioridad número uno en nuestra vida.
HG/MD
“Porque no te postrarás ante otro dios, pues el Señor, cuyo nombre es Celoso, es un Dios celoso” (Éxodo 34:14).
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