Lectura: Amós 4:7-13

En su libro “Añoranza por este mundo” (Long for This World), el autor Jonathan Weiner nos describe la promesa de la ciencia de extender nuestra vida de forma exponencial.  Este libro se centra en las conclusiones del científico genetista de origen inglés Aubrey de Grey, quien predice que, un día, la ciencia nos ofrecerá la posibilidad de vivir 1.000 años.   Este hombre ha dicho que la biología molecular está muy cerca de alcanzar una cura para el envejecimiento.

Pero, al pensar un momento en esta promesa ¿qué diferencia existe si después de vivir 1.000 años, al final igualmente morimos como los que viven una vida normal?  Lo que la propuesta de Grey consigue tan sólo es posponer lo inevitable: enfrentarnos con la pregunta máxima ¿qué sucede cuando morimos?, para la cual este científico no tiene respuesta.

La Biblia nos asegura que la muerte no es el final de nuestra existencia.  Al final de los días que tendremos en esta tierra, compareceremos ante el tribunal de Cristo (Hebreos 9:27); si hemos puesto nuestra confianza y fe en Jesús, nos espera una vida eterna con Él, pero a los incrédulos les espera un fin muy diferente: la condenación, una vida eterna separada de Dios con todo lo que esto implica. (Juan 5:25-29; Apocalipsis 20:11-15).

En este mundo todos somos pecadores y necesitamos ser perdonados, y sólo mediante la muerte de Cristo en la cruz, se nos ha provisto de perdón para todos los que creamos (Romanos 3:23; 6:23).

  1. Sin importar cuanto vivas, si 60, 80 o 1000 años, la cuestión sigue siendo la misma: “¡prepararse para venir al encuentro de Dios…!” (Amós 4:12).
  2. Inevitablemente tendrás un encuentro final con Jesús, y tu destino dependerá de la decisión que tomes con respecto a Él, ¿aceptas o rechazas su regalo?

HG/MD

“Y de la manera que está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después el juicio” (Hebreos 9:27).