Lectura: 2 Timoteo 4:6-18

Hay una realidad más común de lo que creemos; la he visto en muchas ocasiones, especialmente cuando las personas llegan a su edad de pensión. De repente, de la noche a la mañana, se dan cuenta que su vida fuera del trabajo carece de sentido y no tiene propósito.  Pertenecían a un grupo, se divertían, se sentían útiles, pero ahora esta es una realidad que ya no existe. Algunos subieron por la escalera del éxito, están llenos de títulos, grandes salarios, lujos y reconocimientos, tan sólo para comprender que fuera de su ámbito laboral no son nadie y que han apoyado su escalera contra la pared equivocada.

Cuando el apóstol Pablo pensó en su ministerio, vio que había sido muy satisfactorio, pero para nada fácil o sencillo.  Si lo medimos con la vara de éxito del mundo, su vida podría ser vista como un desperdicio, después de todo había sido criado a los pies de Gamaliel, uno de los más sabios Rabí de su tiempo (Hechos 22:3). Filipenses 3:4-6 hace un recuento de su vida antes de encontrarse con Jesús: “Si alguno cree tener de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, irreprensible”.  Todo esto para cerrar con la siguiente frase: “Pero las cosas que para mí eran ganancia las he considerado pérdida a causa de Cristo” (v.7).

Al escribir su segunda Carta a Timoteo, Pablo estaba encarcelado, sufriendo las condiciones crueles de las cárceles romanas en un frío calabozo, y lo más terrible de todo, esperando su ejecución, ya que en las siguientes semanas se enfrentaría a Nerón, el loco emperador de Roma, y así terminaría su vida.

No obstante, sabía que su muerte significaría recibir la corona de vida de parte de su amado Salvador, y gracias al gran testimonio de su vida, aun hoy seguimos hablando de él, su amor para con sus hermanos y su razón de ser, vivir y morir: Jesús.

  1. A propósito, ¿para qué vives tú?, ¿cuál es el propósito de tu vida?
  2. En Jesús no hay perdedores, así como con el diablo tampoco hay ganadores.

HG/MD

“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera; he guardado la fe”. (2 Timoteo 4:7)