Lectura: Mateo 16:21-28

Durante una exposición especial sobre el famoso y trágico primer y último viaje del RMS Titanic, a los asistentes se les entregó una réplica de un billete de abordaje con el nombre real de uno de los pasajeros o tripulantes de aquel barco.  Luego de realizar el recorrido por la muestra donde pudieron ver piezas de vajilla y otros artefactos recuperados de las profundidades, su visita tuvo una última sorpresa.

En un gran cartel, aparecían los nombres de todos los pasajes junto a la categoría en la cual viajaban: primera clase, segunda clase, tripulación.  Cuando los visitantes empezaron a buscar los nombres de las personas que aparecían en sus boletos, observaron algo que habían pasado por alto, había una raya que dividía los nombres: los que estaban encima de la línea decían “salvados”, mientras, los que estaban debajo de la línea decían: “perdidos”.

La comparación de esta historia con tu vida en esta tierra es muy significativa, ya que sin importar a la “clase” o “categoría” a la que perteneces en este mundo, lo único que importa finalmente es si has sido “salvado” o estás “perdido”.  Tal como lo dijo Jesús en Mateo 16:26: “… ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”.

  1. Quizás tu ya has confiado en Cristo como tu Señor y Salvador, pero ¿qué de tus compañeros de viaje en esta vida?  Háblales del mejor capitán, el que puede llevarlos al mejor de los puertos: la vida eterna.
  2. Aunque sientas que estás a punto de morir en la tormenta, este es el momento de pedir ayuda al único que puede salvarte, su nombre: Jesús.

HG/MD

“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).