Lectura: Salmos 34:1-22

Un viejo amigo me contó, que cuando él vivía en Alemania, solía hacer grupos de estudio bíblico en su casa, a los cuales invitaba a vecinos y amigos.   Una noche de tantas en la que abrió su casa para realizar el estudio, le visitaron algunos soldados. Esa noche un adulto mayor compartió con el grupo su testimonio y pronunció las siguiente palabras: “Señores, he seguido a Jesús durante muchos años y he aprendido que siempre que acudo a Él estando con mis problemas y me saca de ellos victoriosamente.  Un escéptico una vez me desafío diciéndome: `Tarde o temprano encontrarás algo tan imposible que ni siquiera el Señor podrá ayudarte.  Espera un poco y verás´”.  Luego de una pausa, el anciano dijo a los que le escuchaban: “Desde entonces han pasado muchos años y se han presentado muchos problemas.  Y, ¿saben qué?  Todavía estoy esperando… ¡porque el Señor nunca falla!”

En el Salmo 34, David nos cuenta muchas de las diversas dificultades que atravesó y cuan a menudo debía clamar a Dios por liberación.  Una y otra vez el Señor le libró de sus problemas (Salmos 34:4-7; 17-19).  Lo que correspondía hacer a David era mantenerse en su condición de dependencia ante Dios y permanentemente acudir a Dios, su refugio y libertador.

Sabes, Jesús también es nuestro libertador y en múltiples ocasiones nos ha librado de las pruebas que pasamos y otras veces nos ha dado las fuerzas para soportar las tormentas que azotan nuestras vidas, provocando que seamos dependientes y fuertes en Él, todo esto por Su gracia.

  1. No tienes que sentir vergüenza o pena de acudir a Dios, cuando te enfrentes a problemas de los cuales no creas tener la solución, confía y pon tu fe en Dios.
  2. Si dependemos de Jesús, podremos soportarlo todo.

HG/MD

“Clamaron los justos, y el Señor los oyó; los libró de todas sus angustias” Salmos 34:17