Lectura: 2 Corintios 5:1-9

Hay un tratado evangelístico que siempre me ha llamado la atención se llama: “Cuando pienso en el cielo”. Fue escrito por Joni Eareckson Tada, quien está paralítica del cuello para abajo debido a un accidente que sufrió en una zambullida, cuando era una adolescente. Joni admite que pensar en el cielo no siempre es fácil, especialmente porque tenemos que morir para llegar a allá, a menos que Cristo vuelva antes. No obstante, Dios obra a través de las pruebas para ayudarnos a centrar nuestras mentes en el cielo.

Como persona que vive, viaje y ministra en una silla de ruedas, Joni escribe confiadamente con respecto al cielo: “No hay ni sombra de duda en mi mente, de que me siento fantásticamente más emocionada y preparada para el cielo, que si estuviese sobre mis propios pies. ¿Saben? El sufrimiento nos prepara para el cielo. El cielo se convierte en nuestra pasión.”

El apóstol Pablo conocía esa pasión. Anhelamos el cielo, dijo, no porque queramos morir, sino porque anhelamos vivir realmente, estar con nuestro Señor para siempre (2 Cor.5:6-8).

Hace poco escuché de un anciano a quien saludaron así: “Que bueno verle en las tierra de los vivientes”, “Ah, no estoy en la tierra de los vivientes”, contestó, “Estoy en la tierra de los que mueren. Pero espero ansioso estar en la tierra de los vivientes, pronto cuando llegue al cielo” El corazón de ese hombre ya estaba allí.

  1. ¿Se puede decir eso de ti?
  2. Las ganancias del cielo recompensarán con creces, las pérdidas de la tierra.

NPD/JY