Lectura: Salmos 145:1-18

Las enfermedades visuales son muy complicadas y los especialistas médicos en ojos siempre están tratando de darle a sus pacientes la mejor solución.

Por ejemplo, en ocasiones luego de una cirugía, un ojo puede quedar viendo de cerca y el otro puede quedar viendo de lejos; al inicio esta condición puede ser muy complicada, ya que ambos tratan de lograr la supremacía lo cual no es conveniente, pero con el tiempo y paciencia, el cerebro poco a poco va calibrando ambas condiciones hasta que llega a un punto intermedio, permitiéndole al paciente llevar una vida normal, aunque con ciertas restricciones.

Esto mismo puede pasar con nuestra visión de Dios.  Algunas personas se enfocan mejor en Él cuando lo ven “de cerca”, cuando consideran que está íntimamente presente en su vida cotidiana. Otros creyentes ven al Señor con más claridad “de lejos” o mucho más allá de lo que podemos imaginarnos, gobernando el universo con poder y majestad.

Sin embargo, las personas muchas veces discuten sobre cuál visión es la mejor. El Señor previendo esto nos dejó su Palabra, la Biblia, la cual actúa como un par de gafas recetadas que nos ayudan a ver que ambas posiciones son correctas. El rey David presenta ambas perspectivas en el Salmo 145: “Cercano está el Señor a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de verdad” (v. 18), y “Grande es el Señor y digno de suprema alabanza. Su grandeza es inescrutable” (v. 3).

  1. ¡Gracias Padre Celestial porque siempre estás cerca para escuchar nuestras oraciones!
  2. ¡Gracias Señor porque estás muy por encima de nosotros, con tu poder puedes suplir lo que sabes que necesitamos!

HG/MD

“Cada día te bendeciré y alabaré tu nombre eternamente y para siempre” (Salmos 145:2).