Lectura: Juan 8:31-36
Todos conocemos a algún familiar que lidia con problemas por los vicios, ya sea con el alcoholismo, drogas, comida, juegos de azar, etc. Nos entristece su condición y las consecuencias de sus actos.
No obstante, muchos de ellos continúan en este camino, por ejemplo bebiendo y comiendo sin parar, como si los infartos al corazón, la diabetes, y el cáncer de colon, no mataran a las personas de mediana edad todos los días, lo peor es que muchos de ellos tienen el propósito de cambiar, pero nada cambia.
Si te identificas con estas declaraciones no estás sólo, muchos las hemos vivido y sabemos lo frustrante que puede ser. ¡Cuán difícil es cambiar! Ya sea cambiar nuestro estilo de vida, o abandonar ciertos hábitos que en nada nos ayudan. ¡Cuán complicado se nos hace tomar este tipo de decisiones!
No obstante, es posible cambiar y hacerlo dramáticamente cuando le permitimos a Dios ayudarnos, dejando que Jesús tome el control de nuestras vidas. En lugar de ser esclavos del pecado, podemos ser libres en Cristo (Juan 8:34-36). De ello es testigo el intolerante y terco Pablo de Tarso cuando se dirigía a Damasco a capturar creyentes. También te puede suceder a ti (Hechos 9:1-9). El milagro que experimentan las personas al tener un nuevo nacimiento espiritual, se hace una realidad al aceptar la oferta de Dios.
- Si nunca has experimentado ese nuevo nacimiento del que habla nuestro Señor en Juan 3:1-21, hoy puede ser el día. Si ya lo has hecho, pide al Señor que te ayude para que continúes mejorando tu vida al caminar con Dios.
- Una vida transformada es el resultado de un corazón transformado.
HG/MD
“Así que, si el Hijo los hace libres, serán verdaderamente libres.” (Juan 8:36).