Mártires de la fe

Colombia, enero 2023

Tras varios años de trabajo ministerial en Colombia, «Santiago» y su esposa, «Mariana», están acostumbrados al miedo. Han sembrado iglesias en todas las «zonas rojas» de Colombia, donde los habitantes están dominados por diversos grupos guerrilleros y paramilitares que consideran a los cristianos una amenaza para su existencia. Los seguidores de Cristo se niegan a unirse a su causa violenta, y cuando los miembros del grupo se convierten en cristianos, invariablemente abandonan el grupo.

Mientras Santiago y Mariana viajan de pueblo en pueblo animando y apoyando a los creyentes, escuchan historias de rebeldes que extorsionan a las familias y violan a las mujeres en la selva. Y algunos de los crímenes de los grupos ocurren más cerca de casa, como la vez que los guerrilleros degollaron a ocho personas a unos 60 metros de su propia casa.

A pesar del peligro y de su propio miedo, siguen compartiendo la Palabra de Dios y pastoreando sus iglesias. Esto significa a veces trabajar después de medianoche, seis horas después del toque de queda impuesto por la guerrilla y los paramilitares.

«Lo que me ayuda a seguir es el deseo en mi corazón —dijo Mariana, a quien los paramilitares le han asesinado familiares—. No me importan las amenazas; no me importa la violencia. Lo que más me llena de alegría es cuando les llevo una Biblia a las personas que han sido intimidadas».

Aunque el gobierno colombiano llegó a un «acuerdo de paz» con los rebeldes marxistas de las FARC [Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia] en 2016, ha proporcionado poco alivio a quienes viven en las «zonas rojas». La violencia no ha hecho más que aumentar a medida que los paramilitares, cada vez más numerosos, luchan contra los grupos guerrilleros recién formados, y las iglesias son el objetivo de ambos bandos del conflicto. Aunque se sigue considerando a los cristianos como una amenaza para los rebeldes, ahora también se les acusa de no apoyar un acuerdo de paz insatisfactorio y poco práctico.

A finales de 2017, algunos de los creyentes de las siete iglesias que Santiago y Mariana apoyan han perdido a familiares a causa de la violencia. Los edificios de la iglesia, todos a menos de 42 kilómetros de su pueblo natal, también han sido atacados.

Un grupo paramilitar robó sillas, material didáctico e instrumentos del edificio de una iglesia, pero eso no impidió que los fieles se reunieran. «Esos son los valientes que tuvieron el valor de ir al servicio», dijo Mariana.

Sin embargo, en otra zona, la pareja mantiene relaciones amistosas con el grupo paramilitar local. Santiago incluso tiene una señal para hacerles saber que está entrando en el pueblo. «Toco la bocina del auto de una manera determinada para que cuando pase por allí sepan que soy yo y no me disparen», dijo.

Colombian family standing together outsidePara Santiago y Mariana, la clave para seguir trabajando en medio de la violencia y el miedo es la oración y el ayuno. Mariana dijo que algunas de sus oraciones, como las de por Biblias y literatura cristiana, han sido respondidas a través de VOM.

«Ha sido como un milagro de Dios —dijo—. Fue como si se abrieran los cielos».

Santiago pidió que los cristianos de Estados Unidos siguieran orando por él y su esposa, así como por otros cristianos perseguidos en todo el mundo.

«Oren como ya lo están haciendo —dijo—. Las oraciones de los justos pueden mucho».

Fuente: https://www.facebook.com/vomespanol