Lectura: Santiago 1:19-27

La estación era el invierno, el lugar era un suburbio de la ciudad Grand Rapids, Michigan, la persona era Sarah, una pequeña de tercer grado de primaria.  Sarah era una niña como cualquier otra, pero había una situación que estaba volviendo loca a su mamá.

Aproximadamente unas dos veces a la semana, la pequeña regresaba sin la bufanda con que había salido para su escuela primaria.  Es por ello que sus padres constantemente le tenían que comprar nuevas bufandas.  Un día su mamá se enfadó y le dijo a Sarah, “Sabes, a tu papá y a mí nos cuesta mucho ganarnos el dinero que traemos a la casa para comprar comida, pagar la hipoteca y para comprarte bufandas, tienes que ser más responsable, esto no puede continuar así”.

La niña comenzó a llorar y en medio de su llanto le confesó que mientras ella pudiera seguir recibiendo bufandas nuevas, podría seguir regalándolas a otros niños que no tenían la posibilidad de comprar bufandas.  Sus padres se conmovieron con sus razones y llegaron a un acuerdo con ella, dedicar una determinada cantidad de bufandas al mes para regalar.

Hoy Sarah es una adulta, y dentro de su servicio al Señor sirve como voluntaria y mentora de niños en zonas marginales.  Una vez le preguntaron por qué seguía sirviendo de voluntaria en ese tipo de organizaciones, a lo que ella contestó: “Sentí en mi corazón que es el tipo de cosas en las que puedo hacer la diferencia, y que debo seguir haciéndolo mientras mis fuerzas me lo permitan”.

Como creyentes, también somos llamados a tener un corazón generoso. En nuestra lectura devocional leímos acerca de escuchar y obedecer a la Palabra de Dios (Santiago 1:22-23), lo cual implica vivir una fe práctica, preocuparse por otros y abundar en acciones para con los que tienen menos que nosotros “…cuidar a los huérfanos y a las viudas en su aflicción…” (Santiago 1:27).

  1. Debe haber más personas como Sarah en este mundo, con un corazón desprendido y amoroso que brinde más de lo que se espera, personas que hagan la diferencia.
  2. Puedes dar sin amar, pero no puedes amar sin dar.

HG/MD

“Pero sean hacedores de la palabra, y no solamente oidores engañándose a ustedes mismos” (Santiago 1:22).