Lectura: Juan 12:35-46

Hace algunos años tuve el asombroso privilegio de ser testigo de un eclipse total de sol, durante el cual la luna lentamente se interpuso entre el resplandor del poderoso sol y la Tierra. Por unos instantes la cobertura de la luna provocó que todo se oscureciera en una penumbra, que las aves buscaran sus nidos y que pudiéramos ver a simple vista algunos rayos del sol que se escapaban por los lados de la luna.

Sin dudas este fenómeno fue algo inolvidable y hermoso, pero también me hizo recordar que, si bien la oscuridad física es parte del diseño divino, las tinieblas espirituales no están dentro de su plan.

El ministro escocés Alexander MacLaren (1826 – 1910) dijo: “Rechazar la luz genera la más densa oscuridad, y el hombre que, teniendo luz no confía en ella, se rodea de un cúmulo de espesas nubes de tinieblas y condenación”. Jesús describió este eclipse espiritual del corazón y de la mente del ser humano con estas palabras: “De modo que, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán grande es esa oscuridad!” (Mateo 6:23).

La gran invitación de la Natividad es que abramos nuestro corazón al Salvador quien vino para poner fin a nuestras tinieblas. Jesús dijo: “Mientras tienen la luz crean en la luz para que sean hijos de luz… Yo he venido al mundo como luz para que todo aquel que cree en mí no permanezca en las tinieblas” (Juan 12:36, 46).

  1. La única solución para salir de nuestra noche espiritual es caminar en la luz, caminar con Jesús.
  2. Permite que la luz del Señor brille a través de ti para que otros vean y puedan salir de la oscuridad

HG/MD

“Yo he venido al mundo como luz para que todo aquel que cree en mí no permanezca en las tinieblas” (Juan 12:46)