Lectura: Romanos 6:1-14

Su mamá no se lo esperaba, ese era su primer día en el jardín de niños y regresó con un ojo morado; por supuesto su mamá le preguntó qué había pasado.  El niño lo explicó de la siguiente manera: “Me enojé mucho luego de que un compañero me quitó el juguete con el que estaba jugando con otro niño, pero como tú me dijiste que no le tenía que pegar a nadie, le dije al niño que estaba jugando conmigo que le pegara por mí, y luego el niño que era más grande nos pegó a los dos”.

¿Dónde aprende esto un ser tan pequeño? La Biblia nos dice que no tienen que enseñárselo: ¡nació con eso incorporado! Es parte de la naturaleza pecaminosa que todos tenemos al nacer (Romanos 5:12).

Pero cuando Cristo viene a habitar en nuestras vidas, esto no debería continuar siendo así, dejándonos dominar por el pecado; el apóstol Pablo nos lo explica de la siguiente manera: “Y sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido a fin de que ya no seamos esclavos del pecado” (Romanos 6:6). Somos una nueva criatura (2 Corintios 5:17), hemos sido liberados y hechos “siervos de Dios” (Romanos 6:22).

No obstante, el apóstol Pablo también nos advierte que existe algo, de lo cual aún no hemos sido liberados, todavía seguimos luchando contra nuestra carne y contra sus deseos pecaminosos (Romanos 7:18-19).   Sin embargo, esto no debe ser una excusa para vivir una vida con vaivenes: “…muertos para el pecado pero que están vivos para Dios en Cristo Jesús” (Romanos 6:11), y podemos reaccionar de una manera que honre al Señor.

  1. En lugar de ser como el niño que trató de vengarse, sigamos el consejo del apóstol Pablo: “Ni tampoco presenten sus miembros al pecado como instrumentos de injusticia sino más bien, preséntense a Dios como vivos de entre los muertos, y sus miembros a Dios como instrumentos de justicia (Romanos 6:13).
  2. Seamos valientes para reconocer que necesitamos a Dios de nuestro lado para vencer a nuestra carne y sus deseos.

HG/MD

“Así también ustedes, consideren que están muertos para el pecado pero que están vivos para Dios en Cristo Jesús” (Romanos 6:11).