Lectura: 2 Pedro 1:2-11

En el mundo de los escritores de libros hay un mal que se sufre muy a menudo, se llama: “la tiranía del producto final”.  Les preocupa tanto la venta del artículo o el libro que descuidan el aprendizaje; el proceso que conlleva realizar una buena obra literaria el cual implica: pensar, planificar y organizar.

El escritor y pastor A. W. Tozer (1897-1963) estaba muy consciente de este problema, y trata de darnos una solución en su libro “La raíz de los justos”, donde Tozer describe nuestra tendencia a “preocuparnos solo por el fruto […] e ignorar la raíz de la cual brotó”.

Asimismo, el autor y apóstol Pedro les recordó a los creyentes del siglo 1 que una vida semejante a la de Cristo y los logros de un servicio eficaz para el Señor, son el resultado de un proceso.  Por esta razón los motivó a crecer en ocho áreas del desarrollo espiritual: fe, virtud, conocimiento, dominio propio, perseverancia, devoción, afecto fraternal y amor (2 Pedro 1:5-7).

Si ponemos en práctica en nuestra vida esas cualidades en una medida cada vez mayor, el apóstol Pedro nos dice que “no los dejarán estar ociosos ni estériles en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (v. 8). Dios quiere que emprendamos el maravilloso proceso de aprender a conocerlo, con la garantía de que esto nos llevará a un servicio productivo en Su nombre y para Su gloria.

  1. Vivir tan sólo pensando en el fin nos puede privar de disfrutar con Dios el proceso de correr la carrera a su lado.
  2. Los procesos hacen que el manuscrito de nuestra vida esté lleno de historias que vivimos en la aventura de la vida cristiana.

HG/MD

“Y por esto mismo, poniendo todo empeño, añadan a su fe, virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, perseverancia, a la perseverancia, devoción; a la devoción, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.” (2 Pedro 1:5-7).