Lectura: Job 9:1-10

La poetisa Aletha Lindstrom (1908-1998), decía que cuando se sentía decaída le gustaba recordar su libro de poesías favorito “¿Quién le dice al azafrán que es primavera?” (Who tells the crocuses it’s spring?) Eso la llevaba a hacerse otras preguntas como: ¿Quién hace que en las tardes el cielo se tiña de colores? ¿Quién hace que la lluvia caiga a tiempo para hacer crecer los brotes de los árboles? ¿Quién hace que en una noche oscura las estrellas brillen fuerte, cual lucecitas que chisporrotean en la hoguera que nos calienta en las noches frías?

Preguntas como estas y muchas otras más, deben motivarnos a ser agradecidos, tal como lo expresó Job: “Él hace cosas tan grandes que son inescrutables, y maravillas que no se pueden enumerar” (Job 9:10).

Fue Dios quien dispuso las leyes que rigen el universo y hacen que el sol cada día salga para calendar nuestros cuerpos; es gracias a Él que la tierra gira sobre su eje y se traslada sobre el espacio a tremendas velocidades, quien da alimento a las plantas y los animales, desde los grandes elefantes hasta las frágiles aves que migran buscando el calor y luego regresan nuevamente en primavera.

Puedes argumentar y decir que todo esto ha sido por obra de la casualidad, que simplemente todo se debe a las circunstancias exactas y las leyes naturales cumpliéndose.  Pero piensa un momento, así como las leyes civiles son la expresión de la voluntad humana, las leyes naturales son la expresión de la voluntad y sabiduría de nuestro maravilloso Dios.

  1. Cuando disfrutemos de las maravillas de la creación, meditemos también en Aquel quien las diseñó.
  2. Gracias Señor por tu misericordia para con nosotros, no merecemos tantas maravillas que disfrutamos.

HG/MD

“Él hace cosas tan grandes que son inescrutables, y maravillas que no se pueden enumerar” (Job 9:10).