Lectura: 1 Corintios 11:17-34

Hace ya algunos años en un centro de recreo exclusivo de una importante ciudad norteamericana, le habrían negado la entrada al mismo a un hombre, porque era judío. Un ministro que pertenecía al club denunció el hecho desde el púlpito como algo: “moralmente reprobable”. La situación corrió como ondas de choque de un terremoto entre los pasillos del club, debido a que muchos miembros de la iglesia pertenecían a ese club. El pastor añadió: «La persona que apoye esta acción discriminatoria, sepa que tampoco será bienvenido a tomar la cena del Señor, hasta que haya resuelto esta situación y tenga paz en su corazón con Dios”.
El pastor tenía apoyo bíblico en su insistencia de que nadie debe venir a la mesa del Señor con un pecado no confeso. En 1 Corintios 11, el apóstol Pablo confrontó a algunos miembros de la iglesia que necesitaban reconocer sus egoístas actitudes divisionistas y su falta de confesión de pecado ( vv.18 , 21 ). Se les instó a hacer una pausa y realizar un auto- examen antes de participar en la celebración gozosa de la cena del Señor, en la que recordamos el sacrificio de amor que realizó el Señor por nuestra salvación, por medio de su muerte expiatoria y gloriosa resurrección.
El principio todavía se aplica para nuestros días.  Cualquier cosa que se interponga entre nosotros y nuestro Salvador debe ser identificada y confesada antes de participar de la Cena del Señor.  El pan y la copa dan un nuevo significado al perdón garantizado por la sangre derramada por nuestro Salvador.

1. Antes de llegar a la mesa del Señor, asegúrese de tener un corazón limpio.

2. Agradece a Dios porque hoy tienes la posibilidad de ponerte en paz con Él.

NPD/DDH