Lectura: Apocalipsis 5:1-12

Estando preso, Juan, el gran apóstol y a quien Jesús amaba, tuvo una visión (Apocalipsis 5:1-12), en ella veía el trono de Dios y toda una gran escena increíble por demás.   Juan vio en la mano derecha de Dios un libro sellado.  Mientras era testigo de aquella situación y de las maravillas celestiales, empezó a llorar, ¿la razón? No veía a nadie que lo pudiera abrir, nadie que tuviera el poder para exponer la revelación final de Dios y completar el último capítulo del drama de la historia.

Juan había visto el poder del pecado en el mundo, había sido testigo de la vida y de la muerte de Jesús en la tierra para vencer el mal. Pero, en esta ocasión, tuvo miedo porque no veía a nadie digno de abrir el libro y derrotar para siempre ese pecado (v. 4).

Tan sólo toma un segundo para imaginarte aquella escena.  Cuando todo le parecía perdido, un anciano se acercó a Juan y le dijo: “No llores”, y señaló a alguien a quien él conocía: “He aquí el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos” (v. 5).

Cuando Juan lo miró se dio cuenta que era Jesús, su Maestro, Él era el único con el poder y autoridad para tomar el libro, abrir los sellos y completar la historia.  Seguramente sus lágrimas dejaron de brotar en aquel mismo instante, y en el que millones de ángeles proclamaron a todo pulmón: “Digno es el Cordero, que fue inmolado, de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (v.12).

  1. Talvez has estado llorando, pensando que tu situación no tiene remedio, pero detente y mira, quién está justo enfrente tuyo, el amigo de Juan: ¡Jesús, el único digno!
  2. Ríndete y entrega hoy mismo tu vida al Señor, Él se hará cargo de ahora en adelante.

HG/MD

Y uno de los ancianos me dijo: “No llores. He aquí el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos” (Apocalipsis 5:5).