Lectura: Lucas 10:38-42

En uno de esos viajes largos que en ocasiones tengo que hacer, me senté al lado de un hombre con quien empecé a conversar de diferentes temas sin trascendencia, como la mayoría de las conversaciones que en ocasiones tenemos, pero luego de un rato, se abrió la oportunidad para hablar de Dios y la vida.

Yo le compartí parte de mi testimonio y él me empezó a contar como era su vida antes de conocer a Jesús, dijo muchas veces que su vida estuvo marcada por el pecado y las cosas negativas, y fue en uno de esos momentos que escuchó con respecto a Jesús.

Continué escuchando atentamente lo que había experimentado y de las acciones buenas que hacía, pero luego empecé a detectar un patrón, trataba de estar siempre ocupado haciendo y haciendo cosas para sentirse mejor, sin embargo, nunca habló de su comunión con Dios, y para terminar de convencerme, cerró el tema con estas palabras: “Sabes, a esta altura, pensé que ya me sentiría mejor con mi vida”.

Creo que Marta, la hermana de María y Lázaro, tenía el mismo problema de este hombre.  Después de invitar a Jesús a su casa, se puso a hacer tareas que consideraba importantes, pero eso implicó no poder centrar su atención en el Señor.  Como María no la ayudaba, Marta pensó que era justo pedirle a Jesús que la reprendiera. Muchos de nosotros cometemos ese error: Estamos tan ocupados haciendo el bien, que no dedicamos tiempo para conocer mejor a Dios.

Mi consejo final para mi compañero de viaje brotó de la esencia de las palabras que Jesús le expresó a Marta en Lucas 10:41-42. Le dije: “Detente por un momento de hacer cosas y más cosas y dedícate a conocer al Señor. Deja que Él te hable y guíe a través de su Palabra”.  

Escoge la buena parte, la cual no te será quitada, eso fue lo que le dijo el Señor a Marta, tú decides que parte vas a tomar.

  1. Si estás demasiado ocupado como para pasar un tiempo con el Señor, sencillamente estás desperdiciando el tiempo.
  2. Detente un momento y analiza tu relación con Dios.

HG/MD

“Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual se sentó a los pies del Señor y escuchaba Su palabra.” (Lucas 10:39).