Lectura: Lucas 7:1-10

No todos los creyentes ejercen el mismo grado de fe. Algunas personas parecen pensar que su problema es demasiado grande para que Dios lo pueda resolver.  Otros aseguran que Dios es todopoderoso, pero no están seguros de que Él hará lo que es mejor para ellos. Y otros afirman: “Yo sé lo que Dios puede hacerlo, y voy a confiar en Él, para hacer lo que Él ha prometido.” Estas diversas actitudes van desde una fe débil y vacilante, hasta una que ejerce su confianza en Dios y en Su Palabra y cree que Él es bueno.

Al estudiar el ministerio de Jesús, vemos diversos grados de fe en los que se le acercaron. Echó fuera a un espíritu de un hijo cuyo padre estaba vacilando entre la fe y la duda (Marcos 9:17-24). Él sanó a un leproso que sabía que Él podía, pero no estaba seguro de que Él lo haría (Mc.1:40-45). Y sanó al siervo de un centurión que estaba tan seguro del resultado, que le dijo a Jesús que tan sólo por las palabras pronunciadas por Él, sabía que todo iba estar bien (Lucas 7:1-10).

Estos ejemplos nos enseñan que Dios siempre contesta a nuestras peticiones a pesar de nuestra escasa o abundante fe.  En su sabiduría y voluntad responde positiva o negativamente a cualquier grado de fe.  Su objetivo final es llevarnos a que confiemos en Él por completo, de modo que podamos tener plenitud en Su comunión a pesar de que en ocasiones no responda nuestras peticiones de la forma en que deseamos, tal como lo fue el caso de Pablo (2 Corintios 12:7-10). Todo esto debido a que sabemos en qué clase de Dios hemos confiado.

  1. Él puede convertir una fe débil en una fe fuerte. La pregunta es ¿Estás dispuesto a poner tu confianza en Él?
  2. Nuestra fe en Dios crece más, en el momento que reconocemos la grandeza de nuestro Dios.

NPD/DDH