Lectura: Éxodo 23:20-33
Cuando éramos niños, luego de salir de la escuela primaria acostumbrábamos ir a jugar por los campos cercanos a nuestra casa, corríamos, saltábamos, jugamos a las escondidas, entre otros muchos juegos. Pero en uno de tantos días, un amigo nos dijo que había descubierto algo sorprendente, y nos llevó a verlo.
Al llegar vimos aquella cosa de color gris, como de unos 25 centímetros de largo; por nuestra imaginación infantil corrieron todo tipo de hipótesis: será un balón de futbol especial, o una fruta que nunca habíamos visto, un huevo de un ave gigante y hasta uno de ellos dijo que podía ser algo del espacio.
Así que, conseguimos una vara muy larga y metimos la punta de la vara en la parte inferior de aquel extraño objeto y tan pronto como hicimos eso, las avispas bajaron como un rayo una tras otra; al ver eso salimos corriendo, pero ya era tarde, todos salimos con la cara muy hinchada debido a los piquetes. Esa fue la primera y última vez que hicimos ese tipo de travesuras.
De la misma forma sucede con el pecado, la manera de impedir que no te ataque es mantenerte alejado de él.
En nuestra lectura devocional, el pueblo de Israel se disponía a entrar a la Tierra Prometida, el Señor dijo que enviaría “avispas” para alejar al enemigo (Éxodo 23:28). Pero Dios también les advirtió que se mantuvieran alejados de esos pueblos enemigos (Éxodo 23:33). Y desgraciadamente poco tiempo después, la desobediencia de Israel trajo el juicio de Dios para ellos y no para sus enemigos (Éxodo 32:7-10).
1. Así que mejor no trates de ver cuánto te puedes acercar al pecado sin meterte en problemas; por el contrario, trata de apartarte de él lo más lejos posible. No te olvides de los dolores de errores pasados, aprende de ellos; así te evitarás un nuevo dolor.
2. Cuando huyas de la tentación, cerciórate de no dejarle tu nueva dirección.
HG/MD
“Como la justicia es para vida, así el que sigue el mal lo hace para su muerte” (Proverbios 11:19).