Lectura: Santiago 5:13-18

Mis rodillas me dolían intensamente y no podía entender por qué, no había hecho nada que según yo pudiera hacerles daño, ningún sobreesfuerzo que provocara aquel malestar, ¿o sí?

De repente empecé a asociar recuerdos.  Hacía un par de semanas nos estábamos preparando para pintar completamente la casa donde vivimos, en esos días tomé una escoba y limpié las paredes, llené algunas cajas con cosas que nos estorbarían en aquel proceso de pintado, y durante todo ese tiempo cargué esas cajas y las llevé al ático de la casa, definitivamente subí y bajé muchas veces las escaleras.

Entonces pensé: Me están doliendo las rodillas por subir y bajar las escaleras, pero ¿cuándo fue la última vez que me dolieron las rodillas, debido que pasé demasiado tiempo orando?  Para mi vergüenza no pude recordarlo.

Si bien es cierto arrodillarse para orar a nuestro Señor no es una condición necesaria, ¿cuántas veces hemos llegado a tal estado de cansancio por expresarle a nuestro Dios todo lo que sentimos?  ¿Cuántas veces utilizamos la escalera de la oración para presentar nuestras necesidades y agradecimientos a Dios?  Puede ser que en medio de nuestros problemas muchas veces podamos apoyarnos en algunas fuentes de bendición como: los buenos amigos, consejeros, o libros; no obstante, no hay nada mejor que recibir apoyo y fortaleza de Dios a través de la oración.

  1. La oración tiene poder, hemos de hacer lo que dice Colosenses 4:2: “Perseveren siempre en la oración, vigilando en ella con acción de gracias”.
  2. La oración no requiere de palabras bonitas o rebuscadas, requiere de honestidad, gratitud y dependencia. ¿Hace cuánto no te duelen las rodillas?
  3. La oración es uno de los mejores regalos de Dios; orar sin cesar agradeciéndole por todos sus dones, debe ser uno de nuestros regalos para Él.

HG/MD

“Perseveren siempre en la oración, vigilando en ella con acción de gracias” Colosenses 4:2