Lectura: 2 Corintios 12:1-10

Silvia fue invitada al grupo de jóvenes de la iglesia por una de sus amigas y rápidamente empezó a hacer nuevos amigos en el grupo.  Durante un campamento comenzaron a hablar sobre el tema de seguir a Cristo a pesar de las circunstancias difíciles.

Uno de los ejemplos que dieron los líderes que dirigían la actividad, fue el de contraer una enfermedad grave, este ejemplo se le quedó muy grabado a Silvia, y empezó a pensar qué haría ella si tuviera que luchar contra una enfermedad de ese tipo; en ese momento le pidió al Señor que nunca la dejara pasar por ese tipo de dolencia.  Más tarde, experimentó un cambio en su manera de pensar y le entregó su futuro al Señor, sin importar el costo.

Años después, el médico le diagnosticó un tumor canceroso que fue tratado exitosamente con medicina y tratamientos.  Silvia cuenta que, cuando apareció la enfermedad estaba preparada porque le había confiado su futuro a Dios. Su problema se convirtió en un canal para que el Señor manifestara su poder.

El principio de rendirse a Dios también puede verse en la vida del apóstol Pablo. Su entrega se produjo después de que apareciera el problema: “un aguijón en la carne” (2 Corintios 12:7).

El apóstol oró varias veces mencionando esta dificultad, pidiéndole al Señor que se la quitara. Sin embargo, Dios respondió: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (v. 9).  Al comprender esto, Pablo adoptó una perspectiva positiva: “…de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que habite en mí el poder de Cristo… porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (vv. 9-10).

  1. Cuando enfrentamos nuestros temores y luchas, es vital que nos rindamos completamente a Dios; al hacerlo, Él puede usar nuestros problemas como un canal para manifestar su gracia y poder.
  2. Al rendirnos a Dios, aceptamos su voluntad.

HG/MD

“Y me ha dicho: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que habite en mí el poder de Cristo” (2 Corintios 12:9).