Lectura: Lucas 13:1-5

Cuando ocurre un desastre de grandes magnitudes ya sea un terremoto, una inundación, un incendio o incluso un ataque terrorista, algunos líderes religiosos se apresuran a decir que suceden como consecuencia de un juicio divino.  En realidad debemos estar conscientes que detrás de la mayoría de estos eventos catastróficos, hay toda una serie de factores muy complejos.

Durante el ministerio de Jesús en la tierra, esta pregunta no podía faltar y la encontramos en Lucas 13, algunos llegan ante el Señor y le preguntan si el asesinato cruel y el derrumbe de una torre que causó la muerte de 18 personas, fue el resultado de ser peores pecadores que los demás. El Señor respondió: “Les digo que no; más bien, si ustedes no se arrepienten, todos perecerán igualmente… Les digo que no; más bien, si ustedes no se arrepienten, todos perecerán de la misma manera” (Lucas 13:3,5).

En lugar de andar atribuyéndole el juicio divino a las tragedias, deberíamos verlas como un llamado al arrepentimiento personal y un recordatorio de la responsabilidad de compartir con otros las buenas nuevas de salvación.  Los actos de terrorismo nos desafían a aprender de las injusticias que en parte motivan a las personas a cometer tales crueldades.  Nuestro deber es orar sinceramente por la conversión de quienes están tan desesperados y equivocados como para cometer este tipo de actos.

Los desastres nunca son buenos por todas las implicaciones que tienen en nuestras vidas, pero pueden servir a los propósitos de Dios cuando los vemos como una alerta para los creyentes, y cuando producen en los incrédulos el arrepentimiento y fe en Jesús.

  1. No preguntemos: ¿quién tiene la culpa? Si no, ¿Qué más puedo hacer por ti Señor y por mis semejantes?
  2. En situaciones de alerta, escucha la llamada de atención de nuestro Señor.

HG/MD

“Porque la tristeza que es según Dios genera arrepentimiento para salvación, de lo que no hay que lamentarse; pero la tristeza del mundo degenera en muerte.” (2 Corintios 7:10)