Lectura: Filipenses 1:12-18

Tengo una conocida cuya ocupación son las palabras.  Se gana la vida escribiendo o editando, utiliza hábilmente palabras para transmitir ideas que sus lectores puedan entender fácilmente.

Aunque me ha confesado que en algunas ocasiones le es más fácil ver los errores en los escritos de otros, más que en los propios, le es difícil detectarlos y sobre todo solucionarlos.

Como editora le pagan para ser crítica.  Su labor es ver qué está mal en la forma de usar las palabras.  También, en ocasiones ha sentido que esto se convierte en un problema para su vida, ya que en ciertos momentos se ha centrado en lo malo y esto le ha impedido disfrutar todo lo bueno que en verdad nos ofrece el Señor en esta vida.

El apóstol Pablo, sin lugar a dudas, tenía razón al centrarse en lo que estaba mal en la iglesia de Filipos.  Algunos motivados por una ambición egoísta, compartían el evangelio para aumentar los sufrimientos de Pablo (Filipenses 1:16). No obstante, en vez de concentrarse en lo negativo, él prefirió fijarse en lo positivo y regocijarse en eso, ya que finalmente el mensaje de Jesús estaba siendo compartido con otros (v. 18).

Debemos tener claro que Dios desea que tengamos discernimiento, y que podamos diferenciar entre el bien y el mal, pero no quiere que centremos la atención en lo malo y que nos convirtamos en personas críticas y desanimadas; eso sí, siempre habrá un lugar para la crítica que busque la mejora en nuestra vida y en la de otros.

  1. Aunque ciertas situaciones de la vida no sean las mejores; por ejemplo, Pablo escribió la carta a los Filipenses desde la cárcel, podemos encontrar cosas buenas porque, en tiempos de dificultades, Dios sigue trabajando.
  2. Prefiramos ser optimistas que podamos percibir siempre una oportunidad para ver el amor de Dios, que pesimistas quienes pasen su vida quejándose, incapaces de disfrutar de las pequeñas bendiciones de la vida.

HG/MD

“Quiero que sepan, hermanos, que las cosas que me han sucedido han redundado más bien para el adelanto del evangelio” (Filipenses 1:12).