Lectura: 1 Pedro 2:11-21

Las recientes crisis financieras han hecho que las personas presten mucha atentación a sus estados de cuenta, sus créditos e hipotecas.  Muchas personas se equivocaron al creer que sus tarjetas de crédito eran una extensión del salario, y finalmente se dieron cuenta que era un crédito cuando no pudieron pagar con sus salarios las cuentas mensuales; fue así como tomaron otras tarjetas para pagar las primeras y pronto estaban llenos de deudas, incluso en muchos de los casos el banco tuvo que despojarlos de sus casas debido al no pago de mensualidades. 

Las crisis hacen que las personas tomen conciencia de las consecuencias reales de sus acciones, especialmente por haber manchado su historial crediticio, lo cual afecta a futuro ya que no serán objeto de nuevos créditos; su credibilidad se ha ido.

Debido a esto han aparecido muchos programas para ayudarle a quienes quieren ser mejores administradores de su dinero, una persona que trabajaba para uno de estos programas dijo lo siguiente: “La recuperación de una buena imagen crediticia no es algo que puedas comprar, sino que es algo en lo que debes trabajar para conseguir”.

Este mismo principio se aplica a la credibilidad en la vida. No la podemos comprar, sino que es algo en lo cual debemos trabajar. Quizás podamos “tomar prestada” temporalmente cierta credibilidad al asociarnos con personas confiables, pero, tarde o temprano, necesitaremos obtenerla de forma personal.

La credibilidad tiene que ver con la capacidad de generar confianza. Esto es esencial para los creyentes porque sus vidas y testimonios influyen en la reputación del Señor (1 Pedro 2:12). Cuando nos autodenominamos creyentes de Jesús, Su reputación se vincula con la nuestra. Si la gente tiene motivos para no creer en nosotros, es probable que no crean en Dios.

1. La forma de ganar credibilidad es viviendo de manera honorable. En consecuencia, los demás creerán en Dios y lo glorificarán.

2.    Si nuestras vidas reflejan el carácter y prioridades de Cristo, las personas notarán la diferencia.

HG/MD “Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Efesios 2:10).