Lectura: Juan 1:14-18

Una congregación había conseguido una muy bonita propiedad a un precio muy cómodo, en la parte de atrás de la propiedad había un pequeño bosque donde corría un arroyo muy limpio que desembocaba en un lago con una playa con arena. Era un lugar idílico que había sido utilizado como sitio de reunión de los miembros de la iglesia para esparcimiento al aire libre.

Un día, una persona que asistía a la congregación expresó su preocupación por las implicaciones legales del uso de la propiedad por parte de “personas de afuera”.   Decía: “Si alguien se lastima, podrían demandar a la iglesia”.  

Aunque el ministro al inicio no le hizo caso, fue tanta su insistencia que finalmente el ministro accedió a poner un cartel de advertencia, pero lo que no lo dijo el ministro al hombre fue lo que iba a decir el cartel, ya que finalmente escribió: “¡Peligro! Cualquiera que use esta playa en cualquier momento puede verse rodeado por personas que lo aman”. Una vez más, ¡la gracia había triunfado sobre la ley!

Amar al prójimo brota de la bondad, la tolerancia y la paciencia de Dios para con nosotros. No es la ley, sino el favor de Dios lo que lleva a hombres y a mujeres a arrepentirse (Romanos 2:4) y a poner su fe en su Hijo Jesucristo para ser salvos.

  1. Debemos expresar más a menudo actos de bondad hacia quienes no pueden devolvernos ese acto de bondad.
  2. La gracia es el regalo extraordinario e inmerecido de Dios para con el ser humano, por consiguiente, debemos mostrar más gracia hacia otras personas.

HG/MD

“El Señor los multiplique y los haga abundar en amor unos para con otros y para con todos, tal como nosotros para con ustedes” (1 Tesalonicenses 3:12).