Lectura: Juan 17:1-19

Actualmente existe toda una cultura del acondicionamiento físico, por ejemplo el CrossFit consiste en ejercicios variados constantemente, con movimientos funcionales, ejecutados a alta intensidad; también son muy populares las carreras con obstáculos como modo de entrenamiento. Se dice que un entrenador le dijo a su entrenado: ¿Dónde están tus compañeros?, él le contestó: “Allá atrás”, “yo gané”, este era su primer entrenamiento y terminó el recorrido mucho antes que los demás. Seguidamente el entrenador dijo: “Estás equivocado, perdiste, el objetivo de este entrenamiento con obstáculos no es ganar o llegar primero, sino el trabajo en equipo; terminan todos o nadie gana.  Vuelve a iniciar y esta vez ayuda a los que tengan dificultades en el camino”.

Así empezó el cambio en la vida y mente de este corredor novato y solitario, de una persona obsesionada con ganar a una persona que es capaz de alentar y cuya meta final es el éxito y logro grupal.

Nuestro Señor no anduvo por la vida como una figura solitaria y egoísta, llevando una vida perfecta para sí mismo, sin tener a nadie en mente.  Cuando se estaba acercando el momento de su muerte en la cruz, decidió orar por sus discípulos en lugar de compadecerse y lamentarse: “…Padre santo, guárdalos en tu nombre que me has dado, para que sean uno así como nosotros lo somos.  Cuando yo estaba con ellos, yo los guardaba en tu nombre que me has dado. Y los cuidé, y ninguno de ellos se perdió excepto el hijo de perdición para que se cumpliera la Escritura” (Juan 17:11-12).  Esto sí es trabajo en equipo.

  1. ¿Cómo correrás la carrera de obstáculos que nos presenta la vida?  ¿Luchando sólo por ganar a cualquier precio o de la forma que nos ejemplificó Jesús: orando por los suyos, alentándose unos a otros, hasta llegar juntos como hermanos y hermanas a la meta final?

 

  1. Cuando los creyentes trabajan juntos, comparten el esfuerzo y multiplican el efecto.

HG/MD

“Ya no estoy más en el mundo pero ellos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, guárdalos en tu nombre que me has dado, para que sean uno así como nosotros lo somos.” (Juan 17:11).