Lectura: 1 Tesalonicenses 1:1-10
Probablemente la mejor y más reconocible estructura de puente antiguo sea el Arco Romano. La innovadora forma del arco circular permite el uso de tramos más largos, en comparación con los puentes de vigas de piedra y madera que no lo hacen. El puente romano más antiguo que aún se mantiene en pie es el Pons Fabricius que se construyó en el año 62 a. C., y que conecta la Isla Tiberina con el Campo de Marte. La construcción de este tipo de estructuras permitió crear literalmente puentes entre dos mundos que en muchas ocasiones eran drásticamente diferentes.
Los seguidores de Jesús también tenemos la oportunidad de construir puentes entre dos mundos muy distintos: los que conocen y siguen a Jesús y los que no lo conocen.
Los primeros creyentes en Tesalónica habían estado construyendo puentes en la cultura idólatra que los rodeaba; por eso, Pablo dijo acerca de ellos: “Porque la palabra del Señor ha resonado desde ustedes, no solo en Macedonia y en Acaya sino que también su fe en Dios se ha extendido a todo lugar” (1 Tesalonicenses 1:8).
El puente que estaban edificando tenía dos componentes: “la palabra del Señor” y el ejemplo de su fe. Todos veían que estos creyentes se habían convertido “de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero” (1 Tesalonicenses 1:9).
- A medida que Dios se manifieste a quienes nos rodean mediante su Palabra y a través de nuestra vida, podemos convertirnos en puentes para aquellos que todavía no conocen el amor de Cristo.
- Seamos constructores de puentes para que el amor de Dios pueda llegar a quienes lo necesitan.
HG/MD
“Porque la palabra del Señor ha resonado desde ustedes, no solo en Macedonia y en Acaya sino que también su fe en Dios se ha extendido a todo lugar, de modo que nosotros no tenemos necesidad de decir nada” (1 Tesalonicenses 1:8).
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