Lectura: Salmos 46:1-11

A finales de los años 30´s, muchos judíos tuvieron la dicha de que se les condenara al exilio, a diferencia del destino de las millones de personas que posteriormente sufrieron siendo  condenadas a muerte durante la segunda guerra mundial.  Se cuenta la historia de uno de estos exiliados, quien la noche antes de salir rumbo a su exilio en Estados Unidos, caminaba por las calles de Hamburgo, con profunda tristeza preguntándose: ¿Qué esperanza hay en un mundo donde las fuerzas demoniacas están triunfando?

Mientras estaba en esa profunda depresión, pudo oír las notas de una canción que provenían de una pequeña iglesia; era el himno Castillo Fuerte, las palabras de una de sus estrofas lo impactaron en sobremanera:

Aunque estén demonios mil,

Prontos a devorarnos,

No temeremos, porque Dios,

Sabrá aun prosperarnos.

Poco a poco las palabras de esta canción fueron entrando en su alma, trayéndole paz.

Las hermosas palabras del Salmo 46, hacen lo mismo por nosotros en momentos de angustia.  El salmista declara el dominio del Señor sobre las fuerzas de la naturaleza (Salmos 46:1-3), y su victoria sobre las naciones (Salmos 46:4-10).  Él promete que juzgará a los malos y rescatará a su pueblo, el salmista lo afirma de la siguiente manera: “Estén quietos y reconozcan que yo soy Dios. Exaltado he de ser entre las naciones; exaltado seré en la tierra” (Salmos 46:10).

  1. Los que hemos confiado en el Señor podemos decir como el salmista: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmos 46:1)
  1. Si Dios está con nosotros, no importa quién este contra nosotros.

HG/MD

“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmos 46:1)