Lectura: 2 Corintios 1:3-11
En la novela de ficción de J.R.R. Tolkien, “El Señor de los Anillos”, el protagonista es un personaje subestimado por la sociedad, un simple “hobbit” quien vive en un pueblo en el cual las cosas pasan sin apuros, su nombre: Frodo Bolson. A este personaje se le encomienda una misión en extremo peligrosa, llevar un anillo con poderes a su lugar de origen con el fin de destruirlo, pero en su misión no va solo, se designa también un grupo de personajes que lo acompañan en su misión, conocido como la “Comunidad del Anillo”.
En el camino, el mal acecha en todo momento y poco a poco la comunidad de amigos se desintegra, finalmente Frodo, en un momento de desesperación, le dice a su amigo Gandalf: “Desearía que el anillo jamás hubiera llegado a mí, desearía que esto jamás hubiera sucedido”. Gandalf, con la sabiduría que dan los años le responde: “Y así piensan todos los que viven para ver estos sucesos. Pero no les corresponde a ellos decidir. Todo lo que debes decidir es cómo usar el tiempo que se te ha dado”.
De cierta forma también todos los creyentes pertenecemos a una Comunidad, a la de Cristo, la cual es puesta a prueba en cada paso del camino. El apóstol Pablo plasmó en 2 Corintios 1:3-11, el peso que había sobre sus hombros, y así mismo muchos sentimos que ya no podemos más, que la meta final está ubicada en una montaña muy empinada y la oscuridad nos acecha con sus peligros.
Y aunque no elegimos las circunstancias a las que nos enfrentaremos, si podemos elegir siempre confiar en Dios, tal como lo dice 2 Corintios 1:9: “…no confiáramos en nosotros mismos sino en Dios que levanta a los muertos”. Si nos mantenemos cerca de Dios, podremos culminar nuestra misión, aunque de momento nos parezca imposible (1 Corintios 1:9; Juan 16:13).
- Podemos confiar en Dios tanto en la claridad como en el valle de sombra de muerte.
- ¿Qué hemos decidido hacer con el tiempo que se nos ha dado?
HG/MD
“Pero ya teníamos en nosotros mismos la sentencia de muerte, para que no confiáramos en nosotros mismos sino en Dios que levanta a los muertos” (2 Corintios 1:9).