Lectura: 1 Juan 4:7-21

Una de las cosas determinantes para que un equipo deportivo tenga éxito, es que tiene que haber un vínculo de unidad entre sus miembros.  En las palabras del memorable entrenador de fútbol americano Vince Lombardi: “Si vamos a jugar en equipo, tenemos que cuidar unos de otros. Y tenemos que amar a los demás.” Y añadió: “La diferencia entre la mediocridad y la grandeza es la sensación de que estos chicos se tienen el uno al otro”.

Mucho antes de que existiera el fútbol, ​​Justino Mártir dio una elocuente defensa de la cristiandad. Le escribió al emperador de Roma, explicándole la dramática transformación que Cristo trae a los creyentes: “Antes de que nos convertimos en cristianos,…solíamos valorar por encima de todo, el dinero y las posesiones; ahora reunimos todo lo que tenemos y lo compartimos con aquellos que están en necesidad. Anteriormente, nos gustaba matamos unos a otros… Ahora todos vivimos en paz.  Oramos por nuestros enemigos y tratamos de ganar a los que nos odian injustamente”.

Este mismo cambio descrito por Justino Martir, en el que la vida del creyente está centrada en Cristo, debe ser evidente en los creyentes de hoy. Antes de que podamos alcanzar en amor a nuestros amigos inconversos y vecinos, debemos demostrar el amor de Dios a nuestros hermanos en la fe en Cristo.  Ese es su mandamiento para nosotros (1 Jn. 4:20-21 – NVI):

“Si alguien afirma: “Yo amo a Dios», pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto. Y él nos ha dado este mandamiento: el que ama a Dios, ame también a su hermano.”

  1. La mejor forma de mostrar que somos diferentes, es mostrando amor a quien no lo merece, o sea a todos y cada uno de nosotros.
  2. El amor es el imán que atrae a los creyentes a la unidad y que atrae a los no creyentes a Cristo.

NPD/VCG