Lectura: Juan 15:9-15

Imagínate que un viejo conocido pasa por tu casa inesperadamente a la hora del desayuno. Le ofreces tomar el día libre, pero él insiste en que no alteres tu agenda. Entonces lo invitas a que te acompañe al trabajo y él acepta.

¿Cómo se sentiría si luego lo ignorases completamente, no conversaras con él, no lo invitaras a tomar café en los recesos, ni a almorzar, y te negaras a presentárselo a los demás? Todos creo que estaríamos de acuerdo de en qué esa no es la forma de tratar a un amigo.

Jesús les dijo a sus discípulos que ellos eran sus amigos (Jn.15:15). Y los que conocemos a Cristo como nuestro Salvador personal tenemos la seguridad de que también somos sus amigos. Sin embargo, ¿lo tratamos como a nuestro Amigo?

Evalúa tu amistad con el Señor haciéndote estas preguntas: ¿Hablo con Jesús por medio de la oración durante el día? ¿Saco un tiempo aunque sea corto, para leer y meditar en Su Palabra? ¿Disfruto de la comunión con Él? ¿Me preocupa lo que Él pueda pensar de mis actividades? ¿Lo presento a los demás? ¿Lo ignoro o lo respeto? ¿Se dan cuenta los demás de que tengo una estrecha relación con Cristo?

  1. Cerciorémonos de que cada día damos a Jesús la consideración que Él merece como nuestro Salvador, Maestro y Amigo.
  2. La amistad de Cristo requiere fidelidad de nuestra parte.

NPD/RWD