Lectura: Éxodo 26:1-11

Demasiado colorido.  Demasiado aburrido.  Demasiado informal.  Demasiado formal. Demasiado largo. Demasiado corto. Demasiado grande. Demasiado ajustado. Demasiado suelto.  Estas son algunas de las palabras que describen la experiencia que la mayoría de nosotros vivimos cuando vamos a una tienda a probarnos ropa.  Y como siempre, al final hallar la ropa que coordine con todo y nos satisfaga completamente, parece ser una labor imposible.

Lo mismo sucede con muchas de las decisiones que tomamos en la vida, como, por ejemplo, encontrar una iglesia que sea un “modelo perfecto”.  Toda congregación tiene algo que no está del todo bien. No se reconocen nuestros dones; no se aprecian nuestros talentos; nuestro sentido del humor se malinterpreta; ciertas actitudes, creencias, personas o programas nos incomodan. Nos sentimos como si nosotros no nos amoldáramos bien. Luchamos para encontrar nuestro lugar.

No obstante, sabemos que Dios desea que nos adecuemos los unos a los otros. El apóstol Pablo dijo que estamos siendo “juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (Efesios 2:22). El Señor quiere que nos amoldemos mutuamente, evitando a toda costa que exista división en su Iglesia.

Los creyentes de todos los tiempos, pasando por el tabernáculo en los días de Moisés (Éxodo 26), el templo en la época de Salomón (1 Reyes 6:1-14), o la iglesia actual, son el lugar donde sus hijos e hijas nos juntamos para expresarle nuestra adoración a Dios en la tierra.

  1. No existe la iglesia perfecta porque las iglesias están conformadas por seres humanos imperfectos, pero juntos podemos trabajar para que nos complementemos de una manera que honre a Dios, cumpliendo la misión que nos fue encomendada: llevar su mensaje de vida a quien lo necesite.
  2. Como integrantes de una iglesia local, debemos ser como los ladrillos del edificio, “completamente unidos en la misma mente y en el mismo parecer” (1 Corintios 1:10).

HG/MD

“En Él todo el edificio, bien ensamblado, va creciendo hasta ser un templo santo en el Señor.” (Efesios 2:21).